miércoles, 31 de agosto de 2016

MUERE UN ICONO MEXICANO

Sor Juanga o mi mano rosando tu entrepierna húmeda

Por Darwin Pereira

 

Me encantaba ver las películas de mi Sor Juanga Briel cuando pretendía pasar por macho mexicano enamorando a una chica, llevándole serenata, y emocionado meneaba la cola más que la joven. Mi SorJuanga a quien se le veía desde un avión lo mari,  en sus películas de los 80´s, esa voz camuflaba su verdadero sentir, esa camisa a cuadros y sombrero que pretendía travestir su corazón marica, aceptando pasiva las risillas y burlas porque nadie le creía el chow, el telón heterosexual bajo el que escribió su canciones que los mismo machos homofóbicos le cantaban a sus "viejas" entre cantinas sucias, prostitutas rancias y cerveza fresca.


            Y ahí, en esa palabrería, en ese baldío de arrabal moralino, en esa canción tránsfuga nuestra loca cobraba venganza, porque muchos machotes no sabían o se hacían los tontos pues las canciones que brotaron de las manos rosas de la Diva de Juárez eran por amores de mayates de media noche, del chico de Suchiapa que no pudo tener una erección cuando Juanga le tocó, le tocó la entrepierna, hace tanto tiempo en un camerino después de ofrecer un concierto en la Tuxtla niña, esas letras fueron inspiradas por un lanchero de Puerto Vallarta o Acapulco. Y cuando compuso Isi todas las mujeres que tenían nombres con esas iniciales se creían aludidas, sin embargo, cuenta la leyenda urbana que se la compuso a un joven llamado Isidro. Ahora más cínica, más descarada y transgresora espeta a quien osa preguntar sobre su condición sexuada con un contundente "Lo que se ve no se juzga", y para juzgar ¿quién? y no ve usted a ese monumento de música lentejuela en todas las bodas, bautizos, quinceaños, lupanares y cantinas prostibulares del país de machos que no se tocan ni se abrazan no vaya a ser que...

            Ahora, se le ve, y se hace ver para que no quede duda, para que ya deje el morbo y se enfunda en traje de mariachi rosa mexicano y sus botas de charol que la hacen ver di-vi-na, toda regia, toda diva no sólo de Juárez sino de la mancillada y estulta "dignidad marica". Marica eterna, en la mexica todavía macha de remate, falsa y cainita como sus gobernantes, ciega como su pueblo, en un lento despertar hacia la lucidez del Rey desnudo.

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Emblemático y controvertido

 

Por Rafael Humberto Pagán-Dantini








Juan Gabriel, hombre emblemático y controvertido, pone de luto a México. El divo de Juárez, aún después de muerto da de qué hablar. A menos de dos días de su muerte, el director del canal de televisión de la Universidad Nacional Autónoma de México (TV UNAM), Nicolás Alvarado, publica en su artículo del periódico Milenio: No me gusta Juanga(lo que le viene guango). El funcionario de la UNAM escribió lo siguiente: “Creo que a estas alturas no necesito acreditar el respeto que me inspiran ciertos productos de la televisión comercial ni mi afinidad por la cultura gay. Mi rechazo al trabajo de Juan Gabriel es, pues, clasista: me irritan sus lentejuelas, no por jotas sino por nacas, su histeria no por melodramática sino por elemental; su sintaxis, no por poco literaria sino por iletrada. Y sé que la pérdida es real y que es enteramente mía. Pero condicionado como estoy por mi circunstancia, no puedo dejar de reaccionar como reacciono”.

            La muerte del cantautor hubiera pasado desapercibida si no fuera por lo mismo que el funcionario señala sobre él: “Ello, sin embargo, no me lleva a la ceguera cultural ni a la insensibilidad sociológica: sé bien que soy uno de los poquísimos mexicanos que no asumen a Juan Gabriel como un ídolo. Y sé también que el valor icónico que lo hace tal, equiparable al de la Virgen de Guadalupe, pero también al de Octavio Paz (no por lo que hizo sino por lo que representa en el imaginario nacional), le otorga derecho a ser materia de análisis e incluso de homenaje en todos los espacios, incluso en uno administrado por la Universidad Nacional, institución que estudia todo lo digno de ser estudiado, lo que por fuerza incluye también los fenómenos de masas que marcan la cultura”.

            Al desprecio clasista y homofóbico del funcionario universitario, se sobrepone el racismo, algo que, si bien, se intenta erradicar en el país, se encuentra a flor de piel de muchos mexicanos, sobre todo en la clase gobernante y económicamente pudiente. Su expresión, “no por jotas sino por nacas”, denota el sentir oculto del verdadero rechazo a todo lo que representa Juan Gabriel. El “naco” refiere a una persona considerada vulgar, burda, económicamente de clase baja y, por consiguiente, todo lo que es perteneciente o relativo a alguien naco. También, el “naco” refiere al indio, a la persona de origen indígena.

            Alberto Aguilera Valadez, más conocido como Juan Gabriel, fue un cantautor, actor, compositor, intérprete, músico, productor discográfico y filántropo mexicano, conocido también con el apodo de ‘el divo de Juárez’. Podría decirse que este fascinante hombre-artista es el vivo ejemplo del ‘hombre emprendedor’. Nació en la pobreza, hijo de campesinos, quedó huérfano de padre a muy temprana edad. Sus primeros años los pasó de interno en la Escuela de Mejoramiento Social para Menores en Ciudad Juárez, Estado de Chihuahua, México, donde permaneció ocho años. Durante su internado conoció a su mentor, Juan Contreras, quien le enseñó a tocar la guitarra. A sus 13 años compuso su primera canción, La muerte del palomo. En homenaje a este maestro y a su padre, Gabriel Aguilera, adoptó su nombre artístico, Juan Gabriel.

            Juan Gabriel, figura emblemática y controvertida, su fama arrancaba tanto aplausos como comentarios y críticas de toda índole. El escritor Carlos Monsiváis señaló en obra Historias de pudor y liviandad el impacto de Juan Gabriel en la cultura mexicana. "Juan Gabriel mezcla la herencia de José Alfredo y el repertorio de conjuntos norteños como los Alegres de Terán, y produce en series polkas, redovas, rancheras. Las sinfonolas sobrevivientes se atestan, los mariachis enriquecen su repertorio, y los traileros sostienen su insomnio gracias a las capitulaciones y recapitulaciones que interpretan Lola Beltrán, Lucha Villa, Lupita D’Alessio, Rocío Dúrcal, La Prieta Linda, Beatriz Adriana”, escribió. En dicha obra Monsiváis comparó a Juan Gabriel con Salvador Novo, debido a los insultos homofóbicos que ambos padecieron (Juan Gabriel descifrado por Monsiváis). "A los dos, una sociedad los eligió para encumbrarlos a través del linchamiento verbal y la admiración. Las víctimas consagradas. Los marginados en el centro.”,

            Pésele a quién le pese, Juan Gabriel fue el artista más constante y famoso en los últimos 50 años en México. Es una de las figuras centrales de la música en español, posee más de 1,500 composiciones y el compositor que más canciones registradas tiene en la SACM (Sociedad de Autores y Compositores de México) y, el que más recursos económicos genera por concepto de regalías a dicha asociación.

            El 28 de agosto del 2016, en Santa Mónica, California, Estados Unidos, muere de un infarto al miocardio. En esta ocasión regresará a la ciudad de México, al Palacio de Bellas Artes en calidad de uno de los hombres más celebres de México. "Dicen que lo que se ve no se pregunta mijo".


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Ya lo sé que tú te vas...

 

Por Edgar Segura

 


Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel (JuanGa), falleció el pasado domingo 28 de agosto de 2016, en California, Estados Unidos, a causa de un ataque cardiaco.
                Juan Gabriel ha sido todo un símbolo de la cultura popular mexicana, contando con uno de los repertorios más abundantes de composiciones. Su origen humilde y su difícil andar a la fama, inspiraron sus canciones más conocidas. Sin duda alguna México ha sufrido una pérdida irremplazable. 

                Juan Gabriel, no sólo deja un espacio en el firmamento de las estrellas, sino que deja un legado para la sociedad y una responsabilidad para la comunidad LGBT. Juan Gabriel, en medio de un México machista, moralista y religioso, logró ser simplemente quien era, logró hacer que muchos heterosexuales, cantaran y bailaran sus canciones, logró pisotear la homofobia y bordarla en una chaqueta de lentejuelas que lució en su magisterial presentación en el Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México.

               En medio de un México en el que la comunidad LGBT nos encontramos en una disputa en la que intentamos que nuestros derechos humanos sean reconocidos y garantizados, observando iniciativas de leyes tiradas en los salones del Congreso, en donde la iglesia ya no sólo se conforma con rezar sino que pretende gobernar, usando discursos de odio y discriminación hacia la diversidad sexual,  y el gobierno ignora la creación de organizaciones que legalmente van en contra de los derechos humanos; en medio de éste México muere el homosexual Mexicano más querido e idolatrado, incluso por todos aquellos que se oponen al amor entre iguales. Es irónico, que un día antes del fallecimiento de JuanGa se llevaban a cabo marchas Pro Vida y/o Pro Familia, que definitivamente incitan ataques de odio y por supuesto la discriminación, y al día siguiente las mismas personas que marcharon, escuchaban a todo volumen Amor eterno y fingían calidad humana.

            Juan Gabriel, además de su legado musical, deja a la sociedad y en especial a la comunidad LGBT, visibilidad y nos mostró que a pesar de tener una vida difícil, hay que insistir hasta lograr lo que deseemos. Él logró ser uno de los músicos más reconocidos, y en México siempre fue una persona incluyente, sin miedo a mostrarse tal cual era, sin necesidad de dar explicaciones, callando millones de bocas de una manera sátira Lo que se ve no se pregunta.

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martes, 30 de agosto de 2016

¿PERIODISMO FRÍO?

El pájaro amarillo

de Truman Capote


 

 

Por Eduardo Nabal


Truman Capote fue ante todo un gran escritor de cuentos y novelas cortas. En obras hoy poco recordadas como Otras voces, otros ámbitos retrato ese Sur de los EEUU de esa forma lírica, socialmente angustiada, sexualmente ambigua y desde una mirada de ¿falsa? inocencia adolescente solo comparable a otros narradores de su generación con los que se le ha equiparado con mayor o menor sutileza, como Tennessee Williams, Carson Mc Cullers, Eudora Welty, Harper Lee o Flanery O' Connor. Hoy día es conocido como el autor que revolucionó la novela de sucesos y como autor de A sangre fría, pero incluso esta es valorada por cuestiones técnicas o criminológicas que no nos desvelan mucho del Capote interior, que pasó del relato de niñez delicado y enfermizo al retrato frívolo y mordaz de las estrellas de su generación.

            Uno de los temas que atraviesa el libro más famoso (que no necesariamente el mejor) de Truman Capote, In Coold Blood, es que puede habitar poesía en seres sin escrúpulos, desheredados y a la vez herederos de una Norteamérica que se desea enterrar: la Norteamérica mestiza, degradada por el expolio, la pobreza y el caciquismo sureño. Los EEUU hegemónicos del poder y la violencia como lenguajes. También la del exterminio de los indios y la demonización (en el cine de masas, sin ir más lejos) de su cultura, como la de las personas de otras razas. Aún hoy cuando estos -en ocasiones desde la cárcel- siguen reclamando sus tierras. La historia no escrita ni filmada en casi ningún western es la del genocidio de los indios, la del mestizaje y la de la expulsión de sus tierras por los colonos con poder y armas. Como en algunos personajes asociales de Tennessee Williams (No sobre ruiseñores, Especie fugitiva), Capote nos habla de los mecanismos de exclusión de una sociedad basada en un modelo que representan los Clutter (aunque nunca llegaron a representarlo del todo porque esa familia no existe): la familia ideal, unida, blanca, silenciosa, modélica, algo aburrida pero sumisa y leal a sus principios y a los de su “comunidad”. Aquí equiparada a la familia cristiana, trabajadora y amable. Términos que no suelen ir unidos pero que en la novela de Capote aparecen de forma algo fría y aséptica para dar un contraste blanquecino y protestante en comparación con la negrura que desprende la piel de esos envilecidos asesinos que no solo cometen un crimen múltiple y estúpido, sino además sin el menor sentido y casi deseando ser descubiertos por su escapatoria sin perspectiva alguna. Y ese sinsentido es el que da morbo al lector y al escritor, al investigador, al poeta y al amante de la literatura en crisis del periodo. Pero dejando aparte las cuestiones de psicopatía y criminología, de moral o inmoralidad, de ética o estética, nos podemos detener en una hermosa metáfora presente en el libro y en la película de Richard Brooks. La reproduzco tal cual:

            “Fue precisamente después de una de esas palizas, una que nunca podría olvidar. (“Me despertó. Tenía una linterna y empezó a darme golpes con ella. Siguió pegándome y pegándome. La linterna se rompió, y siguió pegando a oscuras”), cuando apareció un gran pájaro amarillo. Llegó mientras dormía, un pájaro “más alto que Cristo, amarillo como un girasol”, un ángel guerrero que las dejó ciegas mientras le rogaban que tuvieran piedad” y entonces se lo llevó a, suavemente, estrechándolo en sus alas al “paraíso”.

            Violencia de su padre hacia su madre, de ambos hacia los niños. La de las monjas hacia los huérfanos, la de las instituciones hacia los desheredados, la de los carceleros a los reclusos. La de los colonizadores a los colonizados. A pesar de todo, Perry es el único que sigue sintiendo una especie de amor-odio por su progenitor, el único que no lo ha olvidado, según la moda psicoanalítica todavía vigente en los EEUU de los sesenta, aunque con importantes fracturas marcadas por filmes como Lilith o novelas como la posterior Alguien voló sobre el nido del cuco, que también nos habla del retorno de los indios, considerados locos, a esas colinas de libertad que un día les fueron expoliadas, escapando de ese manicomio construido para los que quedan fuera del ‘american dream’. Pero volvamos a la novela periodística que se dice, un tanto a la ligera, inauguró Capote con su controvertida A sangre fría. El padre alardea de una foto sin saber que su chico de sangre cherokee está metido en un lío del que no podrá escapar. Brooks recurre a unas explicaciones psicológicas muy del momento pero, al igual que Capote, prefiere a Perry y es su terrible ejecución la que filma con todo lujo de detalles y nos muestra su punto de vista hacia la oscuridad, donde no pueden salvarle ni siquiera esos pájaros amarillos que lo rescataban de los golpes de las monjas. Los actores principales (incluso la mayoría de los secundarios) han aprendido el Método Staniwlasky de actuar con todo el cuerpo, de convertirse en los personajes, a atormentarse con ellos, como ya hicieron Brando, Dean o Clift. Y si en el caso de los Clutter quedan algo desdibujados por la tensión y la iluminación algo incómoda del episodio sangriento que transcurre en su casa, se nota que Robert Blake y Scott Wilson han aprendido la lección de sus predecesores en el cine social de los cincuenta. Aunque en el filme también planea la sombra de la homosexualidad reprimida entre ambos, no aparece tan claramente como en la novela en que se basa. Sí tenemos alguna referencia a la “unión de por vida” y a la competencia masculina como uno de los motores del crimen.

            El ‘Yelow Bird’ de Perry y Capote no está tan lejos de las fantasías de escapar del absurdo de una vida anodina de Carson McCullers en Frankie y la Boda, del dulce pájaro de juventud o el Hotel Pelícano de Tennessee Williams, ni siquiera de las fantasías apocalípticas de Daphne Du Maurier en Los pájaros, aunque sí esa misma obsesión por una sociedad basada en el dinero y las apariencias, que puede volverse cruel y despiadada con lo aparentemente inocente.

            Una imagen digna de su amigo Tennessee Williams y una de las que muestran que Capote y Brooks quisieron reflejar en el mestizo Perry (encarnado por el mestizo Robert Blake, cuyo parecido con el famoso asesino conmocionó al propio Capote) los cimientos de una sociedad construida sobre la violencia y el fanatismo religioso, la hipocresía y el puritanismo, la crueldad y la codicia, la decadencia y el materialismo. Ellos representan la otra cara de la moneda de los Clutter que acaban de comprar “un seguro de vida” con el que blindar su existencia. Creo que Capote hizo una novela muy suya, mucho menos fría y periodística de lo que se pretende. Y nos caiga bien o no, era un gran narrador. Y en esta ocasión brindo dos brillantes retratos psicológicos incluso en detrimento de los personajes que solo aportan ‘color local’.

            El pájaro amarillo que rescató a Perry de las monjas que lo enclaustraban y atemorizaban cada noche puede que viniera a buscarle antes de plantar una mandrágora en una sórdida prisión de Kansas. Si Capote los ayudó o los traicionó en aras del beneficio de su novela no está del todo claro y en cualquier caso no viene al caso para desprestigiar un libro inmenso en el que solo me fallan los Clutter, que a pesar de algunas aristas y de la precisión con la que está descrito el chismorreo pueblerino, no acaban de adquirir entidad humana ni ambigüedad suficiente para que la novela no quede desequilibrada a favor de unos personajes y dando una imagen de que Perry y Dick han matado a un ente abstracto, a ‘uno de nosotros’. Pero ¿quiénes somos nosotros?

            No creo que A sangre fría sea del todo el principio del nuevo periodismo. Bien es cierto que Capote trabajo años en su confección, que entrevistó a los del pueblo, a los asesinos en la cárcel, que estuvo en contacto con los investigadores, los vecinos y que presenció la ejecución, pero esto no nos aclara el punto en que tanto la novela como la infravalorada película de Brooks adquieren un tono de tristeza, tocando la armónica de la manera más fúnebre sobre la Norteamérica del Sur y también sobre el provincianismo moral sacudido por la violencia y la tragedia. Capote como O´Connor, Williams o incluso su amiga íntima Harper Lee (que lo retrata en uno de los niños de Matar un ruiseñor), sentía cierta afinidad biográfica por Perry, huérfano, adoptado por familiares de segundo rango, conocedor del ‘color local’. Pero ahora Capote era una estrella, se codeaba con los grandes de Broadway y Hollywood y Perry era un asesino mestizo en el corredor de la muerte, soñando con el pájaro amarillo que viniera a picotear a jueces y verdugos. Rebeldes sin causa, asesinos sin móvil, leyendas negras también fueron parte de los deshechos de una novela fundada sobre la violencia, una sociedad hecha de desigualdades, miedo e intolerancia.
 

lunes, 29 de agosto de 2016

'CASO TOMILLERO'

Ha nacido una estrella

Por José García


Una esplendida gaviota sobrevuela la hermosa playa de La Caleta, en Cádiz./J.G.


Cada verano responde, más o menos, a los mismos rituales de entretenimiento. Como la monotonía de las norias que pueblan la poesía de Antonio Machado. Como la levantera que amenaza pertinaz con arruinar cada agosto gaditano. Como los lavapiés de la playa que sirven a los niños para llenar globitos de agua. Todos los veranos son secos, secos de noticias interesantes que permitan buscarse el pan a los plumillas becarios y a los autóctonos y turistas salir del sopor de las agobiantes sobremesas. Y en este continuum de postales repetidas, emerge siempre una figura de atractivo mediático, un Pequeño Nicolás, una Olvido Hormigo, que tras protagonizar la transgresión de algún código moral de las sociedades modernas, se postula ya como personaje de reality de la próxima temporada y nos saca de un golpe del letargo de la siesta.

            Jesús Tomillero ha entendido todo esto muy bien. No en vano, entre los galardonados en esos primeros primerísimos premios por la diversidad sexual que ha instituido para distinguir la labor contra la lgtbifobia, se encuentran no solo entidades tan rocambolescas como Nuevas Generaciones de Cádiz o el Cádiz C.F. (muérete de risa, María Luisa), sino también grupos mediáticos como Mediaset España, que ya ha elevado a Nicolás y a Hormigo a la categoría de estrellas televisivas capaces de hurgar en las heridas del contrincante de turno.

            El primer primerísimo arbitro gay que sale del armario, después de dejar el fútbol, anda buscando colocación en este star system del minuto y medio de fama. Y ya no sabe qué hacer para llamar la atención. Por lo pronto, este fin de semana ha amenazado desde su cuenta de Twitter a la web gay Estoy Bailando con una demanda por el artículo titulado El arbitro gay reparte premios entre sus amigis del PP. Enfurruñado porque, dice, se ha utilizado su imagen sin su consentimiento. Tomillero ya lo sabe. Su imagen es ya, empieza a ser ya, marca. Marca comercializable, vendible en cualquier edición de Gran Hermano VIP o Supervivientes. Y no está dispuesto a compartir los beneficios del invento con ningún otro.

            Sin embargo, el ex arbitro no parece ser consciente de los pros y los contras de esta gloria amarilla y fugaz como el veranillo de San Miguel. Porque él podrá hacer lo que le dé la gana y darle sus premios a quien le parezca. Pero los demás (y, por supuesto, las demás) tenemos derecho a dar nuestra opinión al respecto. Y esta es la parte que, me parece, no ha entendido este héroe moderno de la épica futbolística.

            Es una pena que no saliera del armario a tiempo de ser invitado a la boda de Maroto. Le hubiera proporcionado un plus de proyección mediática que hubiera acelerado su ascenso televisivo. De todos modos, yo le recomendaría que no desesperara. Al fin y al cabo, él sigue siendo ese algo extraordinario, inusual, fuera de lo común, que necesitan las grandes corporaciones del entretenimiento para distraernos a todos del tedioso invierno que se nos viene encima. Al fin y al cabo, sigue siendo el arbitro gay-de derechas-que salió del armario. Mucho más vendible que la loca patética-que un día se hartó-y le plantó cara a sus acosadores, o que la ciberactivistas trans-que no desfalleció en su empeño-hasta lograr que se retirara-vídeo difamatorio sobre las personas transgénero. Personajes de esos, tan comunes, tan vulgares, hay muchos, demasiados para esta España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía. Tantos, que nadie les presta ya su atención.

Bueno, nadie no. La concejala del PP en Badajoz, Charín Gómez de la Serna, que llamó “asquerosos y repugnantes” a dos manifestantes del Orgullo 2016, o el edil popular en el Ayuntamiento de Sevilla, Gregorio Serrano, que exigió la retirada de la exposición fotográfica, a la que calificó de obscena, que los grupos lgbtbqi habían instalado en el centro de la capital hispalense con motivo de la misma celebración, esos sí que están muy pendientes. Como los responsables del gobierno central en funciones, también del PP, que han recurrido (qué raro) la Ley de Transexualidad recién aprobada por la Asamblea Madrileña.

Pero a quién le importa todo eso, ¿verdad, Tomillero? Ande yo caliente y ríase la gente. Porque ha nacido una estrella.
 

POLÍTICAS QUEER

Emmanuel Theumer: "Me interesan las coaliciones que se articulan políticamente a través de la vulnerabilidad de un cuerpo, un cuerpo siempre en relación"

 

 Por Eduardo Nabal

 

Se presenta en Facebook como maricofeminista, historiador por deformación, proyecto runner en Argentina y cinéfilo de la vida misma. Emmanuel Theumer ha hablado para varios medios digitales de la península.



EDUARDO NABAL.- Como la invención del cine, todos los países reclaman para sí el nacimiento de la teoría queer. Parece ser que como teoría es posible que fuera cosa de Lauretis o de la publicación de los textos de Butler pero antes estuvo la literatura de Anzaldúa, Moraga, Wittig y un montón de fuentes que van desde el pensamiento de Foucault al activismo de Act-Up o las luchas antirracistas o decoloniales.  ¿Cómo ves tú este origen múltiple?

EMMANUEL THEUMER.- Creo que la genealogía de la teoría queer está bastante clara y, al mismo tiempo, es la que habilita una multiplicidad de orígenes. Queer theory fue un termino formulado por Teresa de Lauretis durante un workshop realizado hacia 1990 en Santa Cruz, California. Por entonces de Lauretis era ya una figura destacada en teoría feminista y la escritora Gloria Anzaldúa estaba entre sus estudiantes universitarias. No quiero ser anecdótico, pero creo que sirve para tratar de pensar un clima de ideas que estaba en juego durante aquellos años. De hecho, durante la segunda mitad de los años 80, una tal Judith Butler seguía muy de cerca los debates que se estaban dando teóricas feministas del teatro en California... De Lauretis registra como influencia su participación en un congreso desarrollado en New York en donde se hablaba de “queer films”, la combinación le pareció explosiva y la llevó a los estudios de sexualidad dirigiendo una critica a los Gay and Lesbian Studies que, a su modo de ver, se resistían a realizar entrecruzamientos de clase, raza, entre otros sistemas de diferencias. Teoría queer dentro de esta propuesta era un esfuerzo por hablar de la interrelación e interconstitución de esas diferencias sobre las que tenía lugar la sexualidad, las prácticas sexuales. El sujeto de investigación ‘homosexual’ estaba siendo desbordado, “excéntrico” como prefería ella, una crítica compartida por lesbianas, chicanas y mujeres de color que introducían variaciones a la estabilidad del binomio hetero-homo, varón-mujer.

Durante los años noventa ‘teoría queer’ será utilizado para conjugar un conjunto de críticas a los procesos de normalización sexual y es cierto que buena parte de su producción discursiva emergió de la torsión entre feminismo, postestructuralismo francés y psicoanálisis. Tanto la resistencia a los modelos asimilacionistas gays-lesbianos así como del feminismo blanco hetero precipitaron múltiples imaginarios políticos, campos de estudios interesados en desmontar el subtexto straight, pasados abiertos, coaliciones emergentes. Voces radicalizadas, en algunos casos por esto mismo purgadas, encontraron un nuevo punto de rearticulación semióticopolítica, fue el caso de Monique Wittig, Néstor Perlonguer, Mario Mieli, Guy Hocquenghem, cada uno a su modo.

La apuesta lauretiana era repensar lo sexual, insistir en la parcialidad y especificidad de la sexualidad (un asunto recientemente revitalizado al interior de debates psicoanalíticos, me refiero a que la ‘queeridad’ de la pulsión de muerte parece reflotar el contenido antisocial y destructivo que inicialmente ‘queer’ tenía). Quizás de Lauretis esté en lo cierto cuando afirma que posteriormente los estudios queer privilegiaron la identidad social de género por sobre lo sexual. Este punto es compartido por quienes se preguntan por la utilidad de la categoría género tras su proliferación, institucionalización, evaporización post-Conferencia Mundial de Beijjin en 1995. Solo por poner un ejemplo, en 1975 Gayle Rubin cerraba su clásico El tráfico de las mujeres sugiriendo la necesidad de una reorganización del parentesco (algo diferente a promocionar el reproductivismo familiar gay-lesbiano-hetero ungido por sus neomasculinidades o astucias antipatriarcales). Rubin posteriormente matizó sus conclusiones pero hoy me entusiasma releerla. Para quienes nos preguntamos por cómo vivir juntxs, humanos o no, la tarea de una reformulación de los parentescos entre otrxs-significativxs se vuelve éticamente urgente.

Se ha repetido ad-infinitum que queer (fucking queer!) es un insulto y que precisamente de lo que se trata es de una reapropiapicíon política de la injuria, un asunto ejemplificado tanto en los pasajes de Anzaldúa como en Queer Nation.  Así planteado me dices queer y no puedo dejar de leer esta historia dentro de un contexto más amplio de resistencias corpopolíticas que nos llevarían a la revolución antiesclavista de Haití o a la ‘Declaración de los derechos de las ciudadanas’ de Olympe de Gouges, en Francia, hacia 1791, al “”¿Acaso no soy yo una mujer?”, de Sojournet Truth pasando por los Frentes de Liberación Homosexual de los años ´70 para llegar a las actuales luchas multiespecies de alianzas humanimal. Todos constituyen ejercicios de enunciación radical, de reensamblaje contingente del cuerpo político, de articulación de los cuerpos marcados por diferencias raciales, (hetero)sexuales, clasistas, capacitistas, especistas. Estamos ante subjetividades políticas efecto no tanto del poder como de la resistencia.

Pero los debates articulados en torno al queer no nos llegan por Queer Nation. Estoy con María Lugones cuando se pregunta por los mecanismos de borramientos necesarios para identificarnos como queer o colocar los estudios queer como isotopía discursiva del feminismo, el activismo sexodisidente, el estado de la cuestión, la comunidad LGBTI. Esto no admite respuestas univocas, pero el engranaje de opresiones, privilegios acumulados y vulnerabilidades compartidas desde la panza destripada del monstruo, aquello que hemos dado en llamar hetero-patriarcado-blanco-cis-capitalista-capacitista-especista, nuestra conciencia histórico-política de última hora, parece estar en juego y labor. Esto se hizo evidente de modo temprano, cuando ríos de tinta queer tomaron como eje garante de la parodia política, la revolución sexual o la teoría de la cita descontextualizada al cuerpo trans, actualizando una vieja violencia epistemológica de cancelación de la voz. Y también cuando queer, en su rechazo fuerte a los binarismos, operó discursivamente para habilitar una multiplicidad de experiencias para con la sexualidad y el género –algo paralelo a la categoría de diversidad sexual por cierto- asumiendo la transgresión o la aporía, pero prescindiendo de diferencias que importan, de los mecanismos de disferenciación y jerarquización normativa que se producen, y estaban produciendo, en el entralazamiento de esas diferencias.

Nuestra tarea política - móvil, parcial, paradójica, al  mismo tiempo contingente pero necesaria- no involucra solamente una disputa contra la normalización, toda nuestra lucha precisamente trata de renegociar y rearticular las normas que organizan la frontera de reconocimiento, que otros sean lo anormal.

E.N.- Mencionaste a las nuevas masculinidades, ¿qué opinión te merece el activismo de varones feministas y antipatriarcales?

E. T.- Estas experiencias organizadas no son nuevas, aunque en los últimos años se ha revitalizado su impulso. ‘Varón’ no es una categoría que me interpele o sobre la que organizaría mi enunciación política, pero hace a la violencia inaugural con la que fui asequible para este mundo. Necesito reconocerla para negarla y hacer de ella algo diferente, bueno, esta es la cualidad paradójica de todas las prácticas de resistencia. La política trata precisamente de un desplazamiento del lugar asignado, en este caso, por las biopolíticas de la diferencia sexual. Prefiero coquetear desde otros loci de enunciación política, como puto, trolo, maricón.

Cuando participaba de un grupo de victimas de violación junto a mujeres cis y trans veíamos preocupante el silencio producido por los varones heteros que no se reunían a discutir su derecho de pernada. Para algunas feministas los varones contra el patriarcado revitalizaban las visiones neodesarrollistas de la igualdad de género, cuya antigua capa es la de la reformulación del pacto ilustrado inclusivo de las mujeres, y también era un modo de volver más digerible su propia heterosexualidad. En Argentina lo que pude apreciar, a través de algunos referentes mediáticos, es que ‘varón antipatriarcal’ funcionaba mediante una epistemología del closet, en el sentido otorgado por Kosofsky Sedgwick. Se privilegiaba la presentación pública de una identidad de género desexualizándola, pero esto era un secreto conocido por casi todxs, lo cual le restó credibilidad política. Vi esta tensión tempranamente, por ejemplo, hacia 2010 uno de sus referentes varón-gay-blanco-rubio sentaba la primera prescripción para esta nueva masculinidad, “el hombre nuevo no va de putas”. Nosotras entonces respondimos con ironía, “el hombre nuevo va de putos”

E. N.- Leo en alguna noticia “Vino Butler y casi todas fuimos a la misa”. No parece, y cada vez menos, una mujer muy dada a la pompa y la liturgia a pesar de los y las seguidoras de su pensamiento en el mundo entero. Tampoco faltan detractores/as.

E. T.-  Todas fuimos a tragar hostia! Pero,¿quién debería ser la primera en consagrar su eucaristía? Es interesante este punto, la ironía radica en cómo se recrudecen los mecanismos epistemológicos que enaltecen la voz experta, que liquida o nivela voces contestatarias al mismo presente en el que tiene lugar la visita “iluminadora” de  Judith Butler (o equivalente). Esto responde más a un contexto de escenificación que a la propia filósofa feminista. Quiero insistir en esta licuación que te menciono, por entonces la mayoría de los debates porteños coincidían en señalar cómo se prescindieron y acallaron activistas-académicxs que habían contribuido a la difusión de su trabajo durante los años ´90, que habían abierto el terreno sobre el que operaba el equipo organizador que ahora les excluía de todas las actividades que se hicieron con la autora de Gender Trouble.

Esta desazón pone de relieve la historia misma de la construcción de un saber experto regulado por instituciones académicas, un momento secular actualizado constantemente. La relación es pastoral en el sentido de la intelectual guiando a las masas, aunque soy conciente del tono rockstar del titular que mencionas, en Argentina la “misa” también evoca a los recitales masivos del músico Indio Solari con quien la filósofa de turno, su imagen pública, comparte técnicas de espectacularización. Es por esto mismo que no asistí y pude ver sus conferencias a través de youtube.

E. N.- Gracia Trujillo anduvo por Argentina, cuyo campus parece sembrado de inquietudes culturales y sociales conectadas con la diversidad sexual y el activismo ante la situación socioeconómica mundial. Luego fue a Brasil a conocer a Butler, teórica clave referente entre otras.  ¿Cómo ves el pasado, el presente y el futuro de los ensayistas con ganas de luchar en las calles? ¿Te ves en los pupitres, las cátedras o en alguna barricada?

E.T.- (risas) Academia y activismo tienden a pensarse como espacios de mutua exclusión, absolutos incomensurables, pero esto es un error garrafal. Actualiza la obsesión científica por producir un saber objetivo despojado de operaciones políticas y entusiasta por definir muy bien quienes podían ser sujetos y objetos de la investigación. Pero además, la propia historia de los movimientos de resistencia sexual trata de la reapropiación y resemantización de discursos científicos- jurídicos, psiquiatricos, filosóficos, literarios-. Ello en parte se debe a la fuerte capacidad de interpelación subjetivante que tuvo durante el siglo XX la díada homosexual-heterosexual (que, por cierto, inicialmente emergen como diagnósticos psicopatológicos en los debates suscitados en defensa de los sodomitas). La capacidad de la ciencia para producir efectos de verdad – una verdad sexual de sí, por ejemplo- me impresiona (a no dudarlo: hay una historia de sangre y fuego que permite explicar cómo la ciencia construyó su autoridad enunciativa) Para algunos la academia es una opción laboral, para muchos también un espacio de diputa sexopolítica. Estoy con Foucault cuando afirmaba que la gran tarea,  desde entonces, no es determinar un enunciado verdadero sobre uno falso, sino interferir en los juegos de verdad, desestabilizar los aparatos de verificación que producen la verdad sexual del sujeto. Esto estuvo en juego durante los debates por la despatologización de la homosexualidad (hoy en peligro con los diagnósticos sobre la infancia en el borrador beta de la CIE11) cuando se imputaron las técnicas mediante las cuales se interceptaba un diagnóstico y también en las legislaciones por el reconocimiento de la identidad de género autopercibida que pusieron en crisis el aparato de veridicción mediante el cual se realiza la asignación sexual.

 Me entusiasma polucionar lugares de la enunciación que tienden a presentarse como limpios, transparentes, románticos, tanto el de las aulas universitarias como el que provendría de las calles. Academia/activismo, ninguno es garantía de nada o locus privilegiado de observación crítica, aunque su feedback ha sido crucial para abrir luchas compartidas e invocar subjetividades colectivas. Lo entendí mejor hace unos meses, en un seminario con Silvia Rivera Cusicanqui, ella nos explicó los modos en que su espacio académico se vio resituado a través de prácticas descolonizantes, introduciendo la epistemología andina, su feminismo cheje (chixi),  como fractura de la herencia moderno-ilustrada que domina la producción del saber.

Estuve con Gracia Trujillo durante su paso por Buenos Aires, junto a la feminista Mabel Bellucci  y la activista lesbofeminista Ilse Fuskova. Nos la pasamos recorriendo museos, bajo conversaciones feministas sobre el trabajo de  Antonio Berni y Grete Stern. Quiero decir, algo bastante diferente a lo que se podría esperar de ese encuentro! Digo algo, porque la cuestión de la voz proveniente del norte global y el habitus colonial que le permite desplegarse tentacularmente fue tema de controversia.

E. N.- No solo la resistencia de la izquierda tradicional sino también un sector del movimiento feminista han visto en el activismo y los debates queer una invasión trans y hasta masculinista en el campo de los estudios de la mujer ¿Miedo, prejuicio, inquietud o continuidad en el armario o los armarios?

E.T.- En el curso de los ´70 encontramos múltiples ejemplos de cómo las izquierdas reducían la causa feminista u homosexual a una lucha menor o a un delirio burgués. Y cuándo daban algunos avances lo hacían sin cuestionar las bases teóricas de sus programas revolucionarios, introduciendo visiones liberales, al menos esta objeción se desprende sobre Cuba por parte de Isabel Larguía, una de las primeras teóricas feministas del trabajo doméstico.

Las fantasías –mujer, trans, gay, lesbiana…- que construyen protestas sociales, comunidades imaginarias y objetos de investigación tienden a verse conmovidas y desplazadas. Dicho carácter contingente me apasiona. No creo que las lecturas de corte teleológico sea el enfoque preferido para este asunto, quiero decir, estos campos de estudios han sido importantes, y continúan siéndolo bajo ciertas coordenadas sociohistóricas. Coexisten, no es que uno ha dado paso a otro o ha inaugurado un momento superador. Sus mutuas exclusiones han sido materia de objeción y también de proliferación discursiva. Te pongo un ejemplo, el temor a la “invasión” que mencionas creo que tuvo un momento ecuánime que dio inicio a los estudios trans a finales de los 80, me refiero al Manifiesto Postransexual de Sandy Stone tras una serie de acusaciones públicas perpetradas por la feminista lesbiana abolicionista Janice Raymond.

Hoy sabemos que ninguna subalternidad es base para un punto de vista privilegiado, que necesitamos del contagio y la coalición, algo que prefiero interceptar en términos de situacionismo, posiciones de resistencia excéntrica, de una transversalización de la lucha política, de vulnerabilidades compartida, de transfeminismo. El proyecto butleriano se inicia en los años noventa analizando la vulnerabilidad de género en los márgenes de la matriz heterosexual para progresivamente interrogarse por la vulnerabiidad de lo humano. Me interesan las coaliciones que se articulan políticamente a través de esta vulnerabilidad de un cuerpo, un cuerpo siempre en relación. Lo experimenté durante mis días en Madrid a través de la Asamblea Transmaricabollo,  una figura monstruosa. El Orgullo Indignado para mi era fascinante en su capacidad por cuestionar tanto el orgullo gay como la indignación del 15M – dos momentos de toma de conciencia opositiva liberal- una torsión irónica que hacia frente a los procesos de gentrificación urbana, alimentados por la espectacularización circense gay de libre mercado y las políticas de expulsión migrante presentadas como antitratas, por no mencionar la cadenas de recortes en curso por la autocontracción estatal. También lo encontré, y encuentro, en las alianzas feministas-protrabajo sexual-diverso funcional que tambalean el sujeto de los derechos sexuales y laborales animados en nuestras democracias. Con mi amigo Marko Chimbalam, un antropólogo marica maya k'iche', flipábamos. Yo intentaba imaginar las políticas sexuales en el litoral santafesino, donde vivo, un territorio signado por reclamos de tierras comunales concedidas por realengo durante la dominación española y un creciente proceso de sojización de la tierra impulsado por el modelo agroextractivoexportador de Monsanto y la elite política argentina. Marco me recuerda el cuidado comunitario de su región y cómo enfrentaron el avance de las multinacionales, pero allí él era reducido a un “hueco”, una marica, entonces el heterosexismo vuelve a la escena -nuestra herida colonial compartida pero no idéntica y, de nuevo, ello nos conduce a otras coaliciones, florecientes y posibles, que necesitamos sean posibles.

 

jueves, 25 de agosto de 2016

FOTOGRAFÍA, POLÍTICA Y ENCARNACIÓN

Jesús Micó: la democratización del cuerpo representado

 

Por José García

 

Jesús Micó

 

 

Tal vez la primera propuesta política acerca del cuerpo en la era contemporánea haya llegado de la mano del sida. A mediados de los ochenta y principios de los noventa, cuando amplias comunidades, entre ellas la comunidad gay, habían sido ya devastadas por la pandemia, se lograba vislumbrar que aquella no era una simple crisis de salud, sino también una crisis de la representación del cuerpo y sus placeres que habría de propiciar una ruptura epistemológica en la concepción de la corporalidad como entidad esencialmente biológica. “La interpretación periodística del sida como signo externo y bien visible de una imaginada voluntad depravada, nos devuelve hábilmente a una visión premoderna del cuerpo, según la cual la herejía y el pecado quedan marcados en los rasgos de sus súbditos por medio de las manifestaciones punitivas y amonestadoras de la enfermedad”, apuntaba el escritor británico y activista anti-sida Simon Watney en 1991 (Llamas [comp.] 1995).

       Derivada de estas consideraciones, y apoyada por desarrollos teóricos como el de Judith Butler en Cuerpos que importan (1993), o el activismo de grupos anti-sida como ACT UP y otros afines que se fueron organizando en el mundo occidental, la idea de representar explícitamente las prácticas corporales proscritas y estigmatizadas aparecía en aquellas comunidades como un imperativo político de salud pública. Las campañas de prevención debían traspasar y derribar las murallas de la moral ultramontana heredera del thatcherismo, el movimiento neocón en los Estados Unidos o el nacionalcatolicismo en países como España, para que las prácticas corporales de riesgo y los mecanismos para prevenirlo pudieran ser representados explícitamente sin ningún tipo de ambigüedades, pues solo de esa manera la información preventiva tenía posibilidades de lograr sus objetivos. Solo así todos aquellos cuerpos que, a lo largo del siglo XX y desde mucho antes, parecieron no importar, podrían al fin lograr el estatus de cuerpos que importasen, no solo en el ámbito simbólico, sino también en el real.

            Desde entonces, la producción de cuerpos perfectos o imperfectos, sanos o enfermos, naturales o monstruosos, ha sido objeto de todo tipo de elaboraciones teóricas y políticas, desde el movimiento pospornográfico y la ‘teoría crip’ hasta los estudios sobre cruisings virtuales, y también desde ángulos más puramente artísticos y personales, como en algunas de las colecciones fotográficas del artista e historiador visual gaditano Jesús Micó.

            La literatura (y las imágenes) producidas al albur de esta preocupación por la dimensión política del cuerpo representado es tan amplia que toda reflexión que pretendiera ahora abarcarlas a todas pecaría sin duda de pretenciosa. Por tanto, me referiré únicamente, de forma muy somera, a la ‘teoría crip’ y a las reflexiones del profesor argentino Emmanuel Theumer sobre Etnografía Grindr (2016), pues las considero un buen respaldo teórico (aunque seguramente el fotógrafo no lo pretendiera conscientemente) a la personalísima visión del cuerpo que nos ofrece Jesús Micó en sus colecciones Natura Hominis: Taxonomías y Natura Hominis: Escenarios.

            Así, Theumer ya nos alerta de que “un generoso optimismo nos permitiría asumir que Grindr, como posibilidad tecnológica, ha facilitado cierta ‘democratización‘ del placer y constituye una alternativa a las históricas regulaciones del espacio público heteronormativo. Pero pongamos el acento en la estética corporal que Grindr actualiza y hace circular: los tonificados torsos desnudos que colapsan su interfaz requieren no solo de una inversión de sí, operan religiosamente bajo marcadores clasistas-trans-gordo-raciales, anticipados incluso en las opciones formales que ofrece a cada perfil (solo por poner un ejemplo, trans-gays son considerados una ‘tribu’, a la par de ‘geeks’ y ‘discretos’)”.

            Por otro lado, Robert McRuer, en Cryp Theory: Cultural Signs of Queerness and Disability (2006) se acerca tanto a los movimientos de la diversidad funcional como a los queer en una aproximación transversal y crítica con la condición neoliberal y sus consecuencias capacitistas y productoras de un determinado cuerpo construido como normalizado y/o normalizable. ‘Cryp’ (en inglés, tullido, lisiado) es una identidad, un posicionamiento político, desde el cual la sociedad mayoritaria se puede cuestionar. Mientras que la discapacidad se trata de una exclusión impuesta y no deseada, la discapacitación es una identificación consciente con la exclusión, un lugar desde el cual la normalidad se puede criticar. Esta discapacitación consciente o critica, cuya trayectoria puede trazarse a los movimientos de liberación de los años sesenta y setenta, desestabiliza la identidad del capacitado (completa capacidad física).

            Seguramente a estas alturas alguien estará preguntándose dónde encuentro yo los vínculos entre las representaciones de los cuerpo sexuados promovidas por ACT UP, las investigaciones de Theumer o los postulados de la ‘Teoría Cryp’ con el trabajo fotográfico de Jesús Micó. Sin embargo, la respuesta salta la vista: en su pertinaz obsesión por democratizar los cuerpos representados. Así lo explicitaba el propio artista en una lección magistral impartida hace algunos años en la Universidad de Cádiz y a la que tuve la posibilidad de asistir. Lo primero que nos proyectó al auditorio fue un mosaico de cuerpos diversos (que no ‘distinguidos’) en toda su ‘imperfección’: cuerpos preñados, peludos, fofos, presentados de una manera que nada tenía que ver con el asalto al Yo, a la subjetividad sexuada que nos propone el interfaz de Grindr a modo de escaparate.

            La feminista lesbiana Teresa de Lauretis decía hace ya algunos años que el Yo no puede entenderse más que como un ego-cuerpo, que no solo contiene la imaginaria morfología de un yo individual, sino que capacita también para el acceso a lo simbólico (Differences, 1991). Ese acceso a lo simbólico es lo que parecen querer reasegurar las citadas colecciones fotográficas de Micó, aunque partan de la cotidianidad de su vida con su novio y con sus amigos y amigas para establecer la demanda histórica de la democratización del cuerpo representado. Además, es muy posible que, a pesar de su carácter intimista, las fotografías del gaditano no carezcan, al menos todas, de intencionalidad política explícita. Recuerdo que en la referida lección magistral a la que asistí, Micó mostró una fotografía que había tomado como respuesta directa al caso de un gay que había sido perseguido y asaltado por unos homófobos  por las calles del barrio de Santa María, en Cádiz, sin que la Policía Local hiciera casi nada por evitarlo. Los agresores quedaron absueltos por falta de pruebas y testimonios. Y la fotografía-respuesta de Micó mostraba el desnudo integral de su novio visiblemente empalmado.

            Pero quizá (o al menos para mí) una de las propuestas más interesantes y subversivas de estas colecciones fotográficas de Micó es la presentación de todos esos sujetos encarnados como realidades fragmentarias, como collage digitales de distintos momentos de sus vidas corpóreas, como identidades siempre en proceso de construcción y deconstrucción. Y por todo ello me parece completamente perentorio que Natura Hominis: Taxonomías y Natura Hominis: Espacios sean expuestas en nuestra ciudad en los espacios culturales abiertos al gran público. El arte de representar el cuerpo en toda su magnitud social, cultural, histórica, no puede quedar encapsulado en públicos minoritarios más o menos interesados. Debe exhibirse como una conquista de toda la sociedad.
 

NARRATIVA JUVENIL Y FANTÁSTICA

Lawrence Schimel: "Nuestras vidas y experiencias son igual de válidas que las heterosexuales para imaginar y leer sobre ellas"

 

Por Eduardo Nabal

 

 El escritor neoyorkino afincado en Madrid desde 1999 es uno de los autores de los relatos recopilados en Lo que no se dice (Editorial Dos Bigotes, 2014), que acaba de llegar a las librerías para romper topicazos todavía extendidos y contar historias. Schimel inició su andadura literaria en los EEUU en el ámbito de la literatura fantástica, la narrativa breve, las recopilaciones de literatura lgtb y las traducciones



EDUARDO NABAL.- Algunos  de tus primeros relatos fueron publicados en castellano bajo el nombre de Mi novio es un duende o Bien dotado en la editorial Laertes. Recuerdo cuentos muy cercanos a la magia y el embrujo.  ¿Esto te ha facilitado el camino hacia la literatura gay destinada a un público más  joven? ¿Sigue habiendo terrenos resbaladizos?
LAWRENCE SCHIMEL.-  Creo que la literatura que escribo para lectores jóvenes, que es principalmente álbum ilustrado, es en general más realista que esos primeros relatos míos de Mi novio es un duende. Siempre he tenido un interés por los cuentos de hadas, que creo que son arquetipos muy poderosos en nuestro imaginario colectivo, y a menudo he intentado hacer versiones nuevas, con un toque gay o feminista, para actualizar o adaptar esos arquetipos a la vida de hoy en día. Como lector de fantasía y ciencia ficción moderna, una cosa que eché de menos era más relatos con personajes queer o incorrectos  y comencé a escribirlos -a veces para publicaciones queer y a veces para editores de ciencia ficción. Como uno de los pocos escritores del género fuera del armario, me encargaron escribir algo queer para una antología temática de fantasía o ficción científica. El cuento mío que aparece en Lo que no se dice sí se centra en un adolescente gay, pero es una historia más bien realista en vez de fantástica.
E.N.- Escribes en tu lengua nativa y en la que no lo es,  también traduces. Hasta hace poco la literatura digamos (por decir algo) LGTB en el Estado Español se dividía en gran literatura (Proust, Gide, Tusquets, Oates, Lorde, Woolf,  Capote) y la llamada literatura de consumo. ¿Hemos o habéis conseguido llenar este territorio digamos “intermedio” entre vacas sagradas y  la llamada “literatura de verano”?
L.S.-  Yo creo que hoy en día nuestra sociedad, en cierta medida,  se divide entre los no-lectores, que son la gran mayoría, y los lectores, y creo que los pocos que somos lectores deben de dejar de tirar piedras a nuestros propios tejados e intentar prevenir que todo el ecosistema del libro se deshace... Dicho eso, creo que es importante que exista  una literatura que refleje las distintas vidas LGBT en todos los tipos de literatura que existe: novela rosa queer, ciencia ficción queer, poesía queer, pornografía queer, memorias queer, biografías queer. Nuestras vidas y experiencias son igual de válidas que  las vidas de los heterosexuales para imaginar y leer sobre ellas. No debemos poner fronteras. Y es muy importante que nosotros que no somos heterosexuales también nos veamos reflejados en la cultura, sea  la Literatura con mayúscula, sea literatura  de género o lo que sea.
E.N,- Como te planteas un relato destinado al público juvenil o una compilación. Lo digo porque muchas veces es ese público (tan poco reconocido) el que busca precisamente las cosas más heavys. ¿Cómo lo ves?
L.S.- Creo que es siempre importante respetar al lector y sus gustos, por joven que sea. Creo que es uno de los errores más comunes entre mucha gente que se pone a escribir para niños, y en vez de intentar recordar cómo era ver el mundo desde el punto de vista de un niño, cuando hay magia por todas partes, también secretos y muchos descubrimientos de todo tipo, lo hacen de manera pedagógica, aburrida, intentando forzar que aprenden algo, etc. Yo escribo muchos cuentos con un trasfondo de inclusión social de algún modo u otro, pero es importante siempre hacerlo a través de una historia divertida o amena. Si no, no vas a poder transmitir nada porque el lector abandonará el cuento sin acabarlo. Es también importante (especialmente con los álbumes ilustrados) no aburrir a los padres, porque muchas veces el niño no sabe leer por sí mismo todavía, y si los padres se aburren van a transmitir ese aburrimiento al niño en vez de la historia (y cualquier mensaje social trasfondo que contiene) que deseas comunicarle.
E.N.- Está demostrado que te defiendes como un joven maestro en el trayecto breve pero uno sigue esperando la gran novela de Schimel. ¿Sucederá o, al menos de momento, no entra en tus planes?
L.S.- Es una pena que toda literatura se mide por la novela, y todo lo que no sea novela se considera obra menor. Yo soy gran lector de novelas, un lector voraz y omnívoro (en cuanto a géneros). Pero no pienso en novelas al momento de plasmar mis ideas y experiencias en palabras. Incluso ahora mismo estoy metido en un proyecto de microficciones, y también un nuevo poemario. Los formatos breves son más acordes con lo que pretendo comunicar y con como me siento mejor comunicándolo. Dicho todo esto, tengo el relato más largo en la antología Lo que no se dice, aunque es un relato y no el comienzo de una novela ni una novela condensada o por entregas. Es más bien como el duende en sí, que es un elemento importante de la historia: un momento cuya fuerza reside en su naturaleza efímera.

"Cuando los editores de Dos Bigotes nos invitaron a distintos autores a escribir relatos ambientados en sectores tradicionalmente machistas de la cultura española, pensé en el flamenco y en cómo los roles están tan codificados en algunos lugares"
 
E. N.- Dos Bigotes ha sido un regalo del cielo para un país donde la cultura entra cada vez menos en las agendas políticas. Un filón de nuevas literaturas ¿Crees que la situación general  va a afectar a la literatura LGTB? Porque actualmente si no fuera por gente joven como tú o el rescate de autores como Gomez Arcos o Audre Lorde, se diría que la producción ensayística ha ganado la batalla en las librerías a la buena literatura.
L.S.- Me alegro mucho de la aparición de una editorial como Dos Bigotes, y ojalá que fueron muchos más editores que tuvieran su coraje, su empeño y compromiso. Me alegro ver cómo están consiguiendo crear una comunidad de lectores alrededor de los libros de temática LGBT que publican, que no simplemente sacan los títulos y los lazan  al mercado. Hoy en día, el mercado del libro, y los hábitos de la lectura, van cambiando a un ritmo muy acelerado; muchísimas librerías (o más bien tiendas donde los libros se están comercializado) apenas cuidan sus estanterías ni se ocupan de los lectores, simplemente sacan las novedades de cada mes y ya está. Si algo no se vende bien, pocos se molestan en pedirlo de nuevo -en gran parte porque no dan a basto con la avalancha de títulos nuevos producidos. Solo unas pocas librerías pueden ofrecer al libro esa atención y cuidado que merece. Pero la industria, a gran medida, está movida a escalas masivas, donde los libros se venden no por géneros ni autores, sino por PVP.
E. N.- Creo que una vez colaboraste con Sarah Schulman en alguna antología. Os une no solo la edad o generación sino también el judaísmo, al menos, culturalmente. Schulman se ha implicado de lleno en el tema de Israel-Palestina. Pero sus novelas, que aquí se empezaron a conocer sobre todo a partir de la traducción de People in Trouble, casi no se traducen ¿Es dificil mantener un equilibrio entre entretener y comprometerse, o dicho de otra forma, entre lo creativo y lo político?
L.S.- Sarah Schulman aparece en una recopilación que hice en inglés, Thigs invisible to see: lesbian and gay tales of Magic Realism, con un cuento satírico y muy divertido de una lesbiana que se despierta un día con un pene, y todo lo que ocurre durante ese día. Por otro lado, creo que creas una dicotomía falsa, de que lo comprometido no puede ser divertido, y lo político no puede ser creativo o lúdico. Estoy completamente en desacuerdo con esa premisa divisoria.
E.N.- Lawrence, sin desvelar secretos, cuéntanos algo de Lo que no se dice y tu participación personal en él.
L.S.-  Cuando los editores de Dos Bigotes nos invitaron a distintos autores a  escribir relatos ambientados en sectores tradicionalmente machistas de la cultura española, pensé en el flamenco y en cómo los roles están tan codificados en algunos lugares. Cuando estudiaba en la universidad, intercambié clases de inglés por clases de flamenco con una española cuyo marido estaba estudiando con una beca Fulbright. Después, pasé un verano alquilando una habitación de su cuñado en Granada y aprendiendo a bailar flamenco. Yo, un poeta gay de Nueva York, hice una especie de homenaje a Lorca, cuyo último gran libro de poesía es Poeta en Nueva York, y no solo aprendí flamenco, en búsqueda del duende, sino que también hice un peregrinaje a Fuentevaqueros, donde nació. Pues todo ese mundo del flamenco es el trasfondo de una historia desde el punto de vista de un joven gay en los pueblos blancos y calurosos de Andalucía. Pero en vez de simplemente invertir los papeles tradicionales, intenté crear una historia nueva, una historia que reflejaba la complejidad de la identidad (para todos) hoy en día. No sé si lo he conseguido o no; los lectores de Lo que no se dice serán los que lo decidan.