martes, 16 de agosto de 2016

80 AÑOS DEL ASESINATO DE LORCA

Una perra andaluza

 

Por Eduardo Nabal

 



Los poderes fácticos y sus servidores culturales van a conseguir que el ya de por sí envidioso pueblo español acabe odiando a su querido poeta Federico García Lorca. El poeta, para mi dramaturgo de primera pero poeta, al principio, algo pastoril y hasta pueril, ha tenido la suerte de ser el primero y el último de los autores que se enseñan en los colegios e institutos del que se dice que no le gustaban ni Nueva York ni las mujeres.
            Sus verdaderas fuentes de inspiración se omiten, como él tuvo que omitirlas en la España no tan liberal de la Segunda República. La izquierda tradicionalista se ha apropiado de su figura mezclándola con la de Miguel Hernández u otros que murieron por la República o fusilados por las tropas franquistas.  Otros se quedaron amordazados, como el sevillano Luis Cernuda, o se fueron a Francia o México. Pero no sabemos cómo sería visto hoy un poeta amante de los jóvenes gitanos con algo de señorito andaluz, aunque enseguida quisiera llevar el teatro a las clases populares y lo lograra a través de ‘La Barraca’.  La gente es muy amable con los muertos. Hasta se conceden becas universitarias para estudiar hasta el último detalle de su vida y milagros. Pero en realidad ni unos ni otros le tenían tanto aprecio como dicen. Buñuel lo consideraba, como parte de la opinión pública del momento,  ‘una perra andaluza’ y Dalí, después de un amor tormentoso en la Residencia de Estudiantes, se aproximó a los franquistas para vivir más y mejor en su nicho de la Cataluña derechista y de alto copete.
            Es curioso porque cambiando el título del breve corto experimental de los mencionados artistas (para los paladines del surrealismo es sabido que “mariconadas las justas”) se pone de relieve el sexismo de nuestra lengua y el rey no se convierte en reina sino en “perra”.  Ian Gibson y algunos autores más han tenido la osadía de enfrentarse a la Fundación García Lorca, que blindó cualquier especulación sobre la sexualidad de su vástago.  Pero la historiografía lo delataba sin duda alguna. Es como decir que “no odiaba a la guardia civil”, o que no le dio una depresión al ver “los rascacielos de Nueva York” y los hambrientos suburbios de Harlem. Un shock cultural. Es curiosa la distinción plumofóbica y ultramontana que Lorca hace entre los maricas viriles y los maricas superfluos, una distinción que no ha acabado pero se ha transformado, y hoy seguramente alguien como él sería rápidamente incluido en la segunda categoría.
        En un país lleno de fosas comunes en las que muchos murieron por sus ideas, otros por su sexualidad, y otros por las dos cosas  a la vez, buscar los restos de Lorca es marear la perdiz. Sin ir a la raíz del asunto ¿Por qué no se enseñan otros poetas, sino lo más inocuo eludiendo sus claves? ¿Por qué sus obras ‘oscuras’ salen con cuentagotas a la luz pública? Es como la historia de Hollywood a la española ¿Por qué no se enseña el teatro revolucionario de El público-donde Romeo y Julieta cambian de sexo-  o Así pasen cinco años en las escuelas, en vez de poemas inocuos de quien llevó el cántaro a la fuente? ¿Por qué tantos topicazos y folklorismo? Supongo que para enseñar algunas de esas obras hay que explicar que un niño puede no querer que lo bauticen y más adelante enamorarse de un jugador de rugby, y eso es universalmente mal visto. Peor que la bandera Republicana que tejía con tesón Mariana Pineda, que seguramente la llevó al paredón. ¿Solo le fallaron sus  “amigos ricos”, o nadie daba un duro por un vocero izquierdista con prestigio?
            No hace falta ver Pan negro para saber que la izquierda de la época tampoco fue muy generosa con los desviados, aunque claro esta saliera ganando en la comparación.  En fin, igual, como dicen tantas leyendas, es hasta posible que Lorca se quedara en Nueva York con Walt Whitman y Allen Ginsberg y sus barbas pobladas de maléficas mariposas hasta los disturbios de Stonewall. Aunque añorara tanto esa Andalucía suya donde se siguen paseando los señoritos, los caciques, los emigrantes y las oscuras parejas de la guardia civil. Algunos todavía dicen por ahí que nació en mal momento, como “todas nosotras”.

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