“Mi
familia es el PP”, afirma Jesús Tomillero, arbitro de un pequeño equipo de
futbol de Cádiz. Uno de los primeros colegiados jóvenes en salir del armario’, que
abandonó la vocación/profesión debido a la fuerte presión homofóbica e insultos
vejatorios denunciados por varios colectivos LGTB en activo.
Los futbolistas no mostraron el
mejor gesto de apoyo. Era como una llamada al continuismo en el fútbol macho e
hispánico ¿Quién te manda salir del armario? Pero muchos otros sectores,
por supuesto de izquierdas o pertenecientes al mundo del espectáculo (hoy en
día el futbol se mueve entre el deporte, la política y el mundo del
espectáculo) sí respaldaron al joven juez de los campos deportivos. Alberto
Garzón dijo: “Queda mucho por hacer con la homofobia en el deporte”, lo que
tampoco es decir mucho, ni proponer nada. Algo esperable viniendo de un
futbolero irredento, futbolista de vocación, político de profesión.
Tomillero era “un juez del balompié bastante
severo”, según sus seguidores. Y bien parecido. Morboso y, según comentan,
levemente sádico. Algunos grupos de gays y lesbianas llegaron a organizarle un partido ‘especial’ para que pudiera sacar tarjetas a gusto. Rojas
y amarillas. Para algunos, ya “solo rosas”. Y que no se oyeran más pitidos que
los de su silbato. Pero cuando le preguntaron por sus ideas, Tomillero
imperturbable los lanzó un jarrón de agua fría a la comunidad que lo respaldaba:
“Mi familia es el PP”, que no es lo mismo que “Mi familia es del PP”. ¿Qué espacio de confort había encontrado
Tomillero que, de pronto, le hacía salir por la puerta trasera del vestuario
perseguido con violencia sin renegar de la derechona que lo lanzaba a sus
cachorros? ¿Por qué los grupos gays que denunciaban la homofobia beligerante de
la Iglesia y el PP le tendían la mano? ¿Qué es lo que Tomillero no veía o que
veían en Tomillero para formar una familia tan peculiar?
“Espero vivir para asistir a la
desaparición del fútbol, la LOMCE y el bilingüismo”, me decía un amigo profesor
y gay de la marea verde. Pero con la reválida al PP en las urnas, el fútbol ha
cobrado mas importancia porque a nadie le gusta ver que ha votado a otro
imputado, pensar demasiado ni saber que lleva mas de un año sin gobierno. Y la
educación religiosa amenaza con volver triunfante. De Tomillero poco sabemos ya,
“otro negro del Ku-Klux-Klan”, escribía un cibernauta debajo de Tomillero con
“la tarjeta roja a la homofobia”.
Evidentemente sin entender las claves
de Andalucía se me pueden escapar muchas cosas, pero, de pronto, Tomillero se
convierte en un extranjero en todas partes. Nada simpático por cierto. Porque
no es el niño de “Pan negro” de Villaronga decepcionado hasta el horror por el
crimen de una familia republicana y de izquierdas hacia un joven gay, que
además es ingresado finalmente en un colegio de curas, sino que es un joven
del siglo XXI, que en uno de los momentos más difíciles de su vida afirma algo
con un trasfondo inquietante que para muchos dice bien poco en su favor, tanto a nivel mental o
cognitivo como empático hacia los que realmente le han tendido la mano y han luchado contra
esa derecha clerical que niega derechos
y libertades a “su colectivo”. Tomillero le saca la tarjeta a la homofobia pero
su capacidad de análisis demuestra que el fútbol y el PP que le dan la espalda
siguen siendo “su familia”. Porque como diría una serie de EEUU, ante todo
“somos una familia”.
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