jueves, 4 de agosto de 2016

LITERATURA EUROPEA

Los exilios imposibles de Colm Toibin

 

 Por Eduardo Nabal


La trayectoria humana y literaria de Colm Toibin, uno de los escritores procedentes de Irlanda más conocidos de la generación actual, es a la vez arquetípica e insólita en el panorama de las letras irlandesas del siglo XX.

Toibin parece, con sus últimos libros, dos novelas y un ensayo, haber iniciado una suerte de fuga hacia delante, dejando atrás lo que él llama “La Irlanda Católica”, un exilio que tiene más de una cara y que a la vez que se cumple denota su imposibilidad de producirse del todo.

Tanto El faro de Blackwater como, sobre todo, las intensas  Nora Webster o  Crónica de la noche y sus ensayos El amor en tiempos oscuros o Formas de matar a tu madre nos revelan una nueva dimensión de un escritor que con anterioridad se ha sumergido en las arterias mismas de su país, recorriéndolo desde varios puntos de vista, marcados por la frontera, el nacionalismo y también el colonialismo de la era Tatcher y sus secuelas.

Toibin aparece marcado por la religión, en concreto por el ambiente católico que respiró (o respira con dificultad) en la Irlanda de su nacimiento, y da testimonio de ello en varias de las obras que le dieron a conocer. Su ensayo El signo de la cruz, es una de ellas, su novela abstracta El testamento de María- convertida en obra de teatro de éxito en nuestros escenarios- otra de ellas. Viaje o mejor dicho, largo peregrinaje a través del catolicismo europeo y los demonios interiores.

En El faro de Blackwater el autor nos habla del exilio interior a través de la historia intimista de un enfermo de SIDA y la relación cambiante con su familia y su entorno. Una historia de amor y solidaridad entre seres cercanos donde el escenario irlandés puede parecer desdibujado pero marca de un modo definitivo la trayectoria vital de sus personajes. El título mismo nos dice que la novela, a pesar del carácter universal de su tema y del desarrollo de su trama, no está situada en cualquier lugar. Blackwater es uno de los ríos más importantes de Irlanda, el segundo de mayor extensión, y el faro está situado como en las novelas de Woolf entre lo real y lo simbólico. El exilio no es sólo la enfermedad, el reencuentro desde un estado de excepción con los familiares y los lazos que les unen, visto desde el punto de vista de Helen, la hermana del protagonista, sino que es también el exilio interior de la homosexualidad del propio Toibin, marcado por el ostracismo social de su país hacia otras formas de amar hasta hace bien poco. Este ostracismo, lo que él llama “tiempos oscuros”, ha marcado su trayectoria vital como nos cuenta en su ensayo El amor en tiempos oscuros, cuyo último capítulo se titula de un modo significativo “Adiós a la Irlanda Católica”. Ese adiós al provincianismo mental que encontramos en otras narraciones legendarias como el largometraje La hija de Ryan, de David Lean, o algunas novelas de Wilde, Joyce, Kate o, posteriormente, Edna O´Brien.

La novela es una novela de reencuentro, amor, amistad y ajuste de cuentas con un pasado oscurantista. El mismo pasado que el propio autor ha sufrido antes de decidirse a escribir sobre su sexualidad, su miedo al oprobio social (que sufrieron escritoras como Edna O ´Brian o Elizabeth Bishop) y las diferentes formas que a lo largo de la historia se han articulado para silenciar el amor entre hombres y la pasión entre mujeres en el mundo rural o semirural, marcado por el puritanismo, envidias  y una pobreza de larga historia. En su ensayo nos hablara de escritores y artistas de diferentes épocas y nacionalidades aunque desde las primeras páginas encontramos la sombra de una Irlanda opresiva, cerrada a la diferencia y anclada en una mentalidad conservadora de raíz religiosa.

En El faro de Blackwater hay varias referencias a la realidad social y política de su país, aunque no aparezcan como desencadenantes de un conflicto que se vive mirando hacia nuevos temas y fronteras. Sin embargo, las referencias al desarraigo de los personajes con respecto a su nacionalidad y su identidad no son, en absoluto, baladíes. Helen ha estudiado irlandés en la escuela, como otras mujeres de su edad, pero no es capaz de hablarlo ni entenderlo. Su soledad se acentúa cuando su marido invita a sus amigos y hablan en la lengua del país. La lengua irlandesa se convierte en una suerte de lengua materna vista del revés ya que las propias relaciones entre las varias generaciones de mujeres de la familia están presididas por la incomunicación. Así esa lengua materna sirve para separar más que para unir a los personajes.

Otro episodio de irónica crueldad con respecto a la mentalidad de su país es el diálogo entre los amigos de Declan y Helen sobre el momento de la revelación de la homosexualidad a la familia de éstos:

Yo había preparado lo que iba a decir, pero cuando vi a mi madre, no me sirvió nada. Tan sólo acerté a decirles “No debéis mirar las noticias de las seis” [...].

-       Se fue a la cocina, pero yo seguía sin poder decir una palabra, y de repente mi madre me miró y me dijo: “¿Te acabas de afiliar al IRA?”. Yo no podía creerlo. ¿Me podéis imaginar a mí en el IRA? No creo que haya nadie en Tullamore que haya pertenecido jamás al IRA. Son todos unos cabrones. Y entonces le conté la verdad.

-       Y ¿qué dijo ella?

-       Dijo que yo sería siempre su hijo hiciera lo que hiciera, pero que tenía que volver inmediatamente a Dublín y ella sería la que se lo diría a mi padre.

-       Me aseguró que me llamaría más tarde. No podía ocultar la impaciencia que tenía por verme salir de casa. Estaba muy pálida y con aspecto preocupado. Yo creo que había preferido que yo fuera miembro del IRA.


-       ¡Vamos, vamos, no digas tonterías!- dijo Helen-. Eso no es verdad.

-       Tienes razón, no es justo decir eso del IRA- siguió Larry.- Creo que simplemente mi confesión la afectó desagradablemente y la sorprendió. En mi familia, ninguno de mis hermanos y hermanas (ni siquiera lo que están casados) les han dicho a mis padres que son heterosexuales. No hablamos de asuntos sexuales. Fue muy agradable después y lo sigue siendo, pero mi padre se dirige a mi con gruñidos lo mismo que lo hacía antes. Al menos si yo estuviera en el IRA, tendríamos algo de que hablar. Sería más normal.

El párrafo es a la vez irónico y realista. Concentra la opinión que para Toibin tiene su país sobre la homosexualidad. Es un asunto que debe permanecer en silencio. La trasgresión “política” parece así, incluso, más asumible y más cercana al núcleo familiar que la disidencia sexual. Toibin une de un modo sin duda intencionado el nacionalismo extremo con una moralidad heroica hipócrita y lo hace, al mismo tiempo, subrayando el papel de la mujer-madre como portadora de los ‘secretos de familia’. Así el secreto de pertenecer al IRA es una confesión incómoda pero que contiene algo de heroísmo, que, en cierto sentido, refuerza la masculinidad y favorece el diálogo o las discusiones familiares, algo de lo que, en definitiva, a pesar de sus riesgos y aspectos negativos, se puede sentir un íntimo orgullo. En cambio la confesión de la homosexualidad se ve como un secreto sucio, incómodo, del que es mejor no hablar, un secreto que sólo origina silencio.

Toda la novela está saturada de referencias a la religión. Aunque la familia no parece especialmente devota, ni siquiera las generaciones mayores, la presencia de lo religioso se da por supuesta, como algo inevitable, que debe acompañarles. Los rezos, el pasado en los colegios de monjas o en seminarios masculinos, el tipo de funeral que va a celebrarse... incluso el grupo gay al que pertenecen los hermanos de Declan (‘Gays católicos’) está impregnado de religión, de una religión latifundista y políticamente poderosa.

La religión y la familia son temas universales (que reaparecen en la irónica  y oscura Nora Webster sobre el periplo de una viuda sin suerte en la Irlanda profunda) pero que adquieren una especial significación tanto cuando se aborda la homosexualidad como cuando se hace referencia a la cultura, el pasado y la historia de Irlanda. Aquí las mujeres cobran una especial relevancia como transmisoras de valores y actitudes en un seno familiar donde Hugh, el marido, el único hombre heterosexual de la novela, aparece ausente y desdibujado. No sólo porque Helen sea el punto de vista principal de la narración sino porque las tres mujeres representan distintos momentos en la historia de Irlanda. La visión de Irlanda como matriarcado es complementaria a las múltiples representaciones que a lo largo de la historia de la cultura se han hecho de Irlanda como ‘mujer’. 

En sus últimos libros se revela como un narrador maduro y atravesado por diferentes influencias de la literatura anglosajona y las historias irlandesas sobre la hambruna y el exilio. También demuestra conocer bien a otros autores como Henry James, al que dedica su impresionante The master (sobre el ‘verdadero’ novelista o su doble), posiblemente la obra mas compleja de Tóibín y aquella en la que saca con brillantez del armario al autor de Otra vuelta de tuerca. James como Toibin, que hizo una espectacular salida del armario en Barcelona comparando su revelación de la homosexualidad con la transición española -ante un público atónito y hostil-, se vio marcado por unos fantasmas que de muy diferente forma remitían a la vivencia de la diferencia erótica en contextos represivos. Después llegó la novela realista Brooklyn (sobre el exilio de una joven de la Irlanda empobrecida por la hambruna a unos EEUU no muy prometedores y hoy convertida en una película mediocre) o la colección de ensayos sobre otros escritores titulada Otras formas de matar a tu madre, donde aparecen nombres aparentente tan dispares como Joyce, Thomas Mann y su hijo, Emily Bronte, Jane Austen o Tennesse Williams, todos ellos y ellas marcados/as de una forma u otra por una importante presencia o ausencia  femenina, que puede ser la madre biológica pero también la hermana desdichada, la madrastra, el padre dominante, la madre posesiva, la viuda acosada por sus vecinas o la madre tierra Irlanda.

 

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