jueves, 25 de agosto de 2016

NARRATIVA JUVENIL Y FANTÁSTICA

Lawrence Schimel: "Nuestras vidas y experiencias son igual de válidas que las heterosexuales para imaginar y leer sobre ellas"

 

Por Eduardo Nabal

 

 El escritor neoyorkino afincado en Madrid desde 1999 es uno de los autores de los relatos recopilados en Lo que no se dice (Editorial Dos Bigotes, 2014), que acaba de llegar a las librerías para romper topicazos todavía extendidos y contar historias. Schimel inició su andadura literaria en los EEUU en el ámbito de la literatura fantástica, la narrativa breve, las recopilaciones de literatura lgtb y las traducciones



EDUARDO NABAL.- Algunos  de tus primeros relatos fueron publicados en castellano bajo el nombre de Mi novio es un duende o Bien dotado en la editorial Laertes. Recuerdo cuentos muy cercanos a la magia y el embrujo.  ¿Esto te ha facilitado el camino hacia la literatura gay destinada a un público más  joven? ¿Sigue habiendo terrenos resbaladizos?
LAWRENCE SCHIMEL.-  Creo que la literatura que escribo para lectores jóvenes, que es principalmente álbum ilustrado, es en general más realista que esos primeros relatos míos de Mi novio es un duende. Siempre he tenido un interés por los cuentos de hadas, que creo que son arquetipos muy poderosos en nuestro imaginario colectivo, y a menudo he intentado hacer versiones nuevas, con un toque gay o feminista, para actualizar o adaptar esos arquetipos a la vida de hoy en día. Como lector de fantasía y ciencia ficción moderna, una cosa que eché de menos era más relatos con personajes queer o incorrectos  y comencé a escribirlos -a veces para publicaciones queer y a veces para editores de ciencia ficción. Como uno de los pocos escritores del género fuera del armario, me encargaron escribir algo queer para una antología temática de fantasía o ficción científica. El cuento mío que aparece en Lo que no se dice sí se centra en un adolescente gay, pero es una historia más bien realista en vez de fantástica.
E.N.- Escribes en tu lengua nativa y en la que no lo es,  también traduces. Hasta hace poco la literatura digamos (por decir algo) LGTB en el Estado Español se dividía en gran literatura (Proust, Gide, Tusquets, Oates, Lorde, Woolf,  Capote) y la llamada literatura de consumo. ¿Hemos o habéis conseguido llenar este territorio digamos “intermedio” entre vacas sagradas y  la llamada “literatura de verano”?
L.S.-  Yo creo que hoy en día nuestra sociedad, en cierta medida,  se divide entre los no-lectores, que son la gran mayoría, y los lectores, y creo que los pocos que somos lectores deben de dejar de tirar piedras a nuestros propios tejados e intentar prevenir que todo el ecosistema del libro se deshace... Dicho eso, creo que es importante que exista  una literatura que refleje las distintas vidas LGBT en todos los tipos de literatura que existe: novela rosa queer, ciencia ficción queer, poesía queer, pornografía queer, memorias queer, biografías queer. Nuestras vidas y experiencias son igual de válidas que  las vidas de los heterosexuales para imaginar y leer sobre ellas. No debemos poner fronteras. Y es muy importante que nosotros que no somos heterosexuales también nos veamos reflejados en la cultura, sea  la Literatura con mayúscula, sea literatura  de género o lo que sea.
E.N,- Como te planteas un relato destinado al público juvenil o una compilación. Lo digo porque muchas veces es ese público (tan poco reconocido) el que busca precisamente las cosas más heavys. ¿Cómo lo ves?
L.S.- Creo que es siempre importante respetar al lector y sus gustos, por joven que sea. Creo que es uno de los errores más comunes entre mucha gente que se pone a escribir para niños, y en vez de intentar recordar cómo era ver el mundo desde el punto de vista de un niño, cuando hay magia por todas partes, también secretos y muchos descubrimientos de todo tipo, lo hacen de manera pedagógica, aburrida, intentando forzar que aprenden algo, etc. Yo escribo muchos cuentos con un trasfondo de inclusión social de algún modo u otro, pero es importante siempre hacerlo a través de una historia divertida o amena. Si no, no vas a poder transmitir nada porque el lector abandonará el cuento sin acabarlo. Es también importante (especialmente con los álbumes ilustrados) no aburrir a los padres, porque muchas veces el niño no sabe leer por sí mismo todavía, y si los padres se aburren van a transmitir ese aburrimiento al niño en vez de la historia (y cualquier mensaje social trasfondo que contiene) que deseas comunicarle.
E.N.- Está demostrado que te defiendes como un joven maestro en el trayecto breve pero uno sigue esperando la gran novela de Schimel. ¿Sucederá o, al menos de momento, no entra en tus planes?
L.S.- Es una pena que toda literatura se mide por la novela, y todo lo que no sea novela se considera obra menor. Yo soy gran lector de novelas, un lector voraz y omnívoro (en cuanto a géneros). Pero no pienso en novelas al momento de plasmar mis ideas y experiencias en palabras. Incluso ahora mismo estoy metido en un proyecto de microficciones, y también un nuevo poemario. Los formatos breves son más acordes con lo que pretendo comunicar y con como me siento mejor comunicándolo. Dicho todo esto, tengo el relato más largo en la antología Lo que no se dice, aunque es un relato y no el comienzo de una novela ni una novela condensada o por entregas. Es más bien como el duende en sí, que es un elemento importante de la historia: un momento cuya fuerza reside en su naturaleza efímera.

"Cuando los editores de Dos Bigotes nos invitaron a distintos autores a escribir relatos ambientados en sectores tradicionalmente machistas de la cultura española, pensé en el flamenco y en cómo los roles están tan codificados en algunos lugares"
 
E. N.- Dos Bigotes ha sido un regalo del cielo para un país donde la cultura entra cada vez menos en las agendas políticas. Un filón de nuevas literaturas ¿Crees que la situación general  va a afectar a la literatura LGTB? Porque actualmente si no fuera por gente joven como tú o el rescate de autores como Gomez Arcos o Audre Lorde, se diría que la producción ensayística ha ganado la batalla en las librerías a la buena literatura.
L.S.- Me alegro mucho de la aparición de una editorial como Dos Bigotes, y ojalá que fueron muchos más editores que tuvieran su coraje, su empeño y compromiso. Me alegro ver cómo están consiguiendo crear una comunidad de lectores alrededor de los libros de temática LGBT que publican, que no simplemente sacan los títulos y los lazan  al mercado. Hoy en día, el mercado del libro, y los hábitos de la lectura, van cambiando a un ritmo muy acelerado; muchísimas librerías (o más bien tiendas donde los libros se están comercializado) apenas cuidan sus estanterías ni se ocupan de los lectores, simplemente sacan las novedades de cada mes y ya está. Si algo no se vende bien, pocos se molestan en pedirlo de nuevo -en gran parte porque no dan a basto con la avalancha de títulos nuevos producidos. Solo unas pocas librerías pueden ofrecer al libro esa atención y cuidado que merece. Pero la industria, a gran medida, está movida a escalas masivas, donde los libros se venden no por géneros ni autores, sino por PVP.
E. N.- Creo que una vez colaboraste con Sarah Schulman en alguna antología. Os une no solo la edad o generación sino también el judaísmo, al menos, culturalmente. Schulman se ha implicado de lleno en el tema de Israel-Palestina. Pero sus novelas, que aquí se empezaron a conocer sobre todo a partir de la traducción de People in Trouble, casi no se traducen ¿Es dificil mantener un equilibrio entre entretener y comprometerse, o dicho de otra forma, entre lo creativo y lo político?
L.S.- Sarah Schulman aparece en una recopilación que hice en inglés, Thigs invisible to see: lesbian and gay tales of Magic Realism, con un cuento satírico y muy divertido de una lesbiana que se despierta un día con un pene, y todo lo que ocurre durante ese día. Por otro lado, creo que creas una dicotomía falsa, de que lo comprometido no puede ser divertido, y lo político no puede ser creativo o lúdico. Estoy completamente en desacuerdo con esa premisa divisoria.
E.N.- Lawrence, sin desvelar secretos, cuéntanos algo de Lo que no se dice y tu participación personal en él.
L.S.-  Cuando los editores de Dos Bigotes nos invitaron a distintos autores a  escribir relatos ambientados en sectores tradicionalmente machistas de la cultura española, pensé en el flamenco y en cómo los roles están tan codificados en algunos lugares. Cuando estudiaba en la universidad, intercambié clases de inglés por clases de flamenco con una española cuyo marido estaba estudiando con una beca Fulbright. Después, pasé un verano alquilando una habitación de su cuñado en Granada y aprendiendo a bailar flamenco. Yo, un poeta gay de Nueva York, hice una especie de homenaje a Lorca, cuyo último gran libro de poesía es Poeta en Nueva York, y no solo aprendí flamenco, en búsqueda del duende, sino que también hice un peregrinaje a Fuentevaqueros, donde nació. Pues todo ese mundo del flamenco es el trasfondo de una historia desde el punto de vista de un joven gay en los pueblos blancos y calurosos de Andalucía. Pero en vez de simplemente invertir los papeles tradicionales, intenté crear una historia nueva, una historia que reflejaba la complejidad de la identidad (para todos) hoy en día. No sé si lo he conseguido o no; los lectores de Lo que no se dice serán los que lo decidan.

 

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