martes, 2 de agosto de 2016

NARRATIVA

Agustín Gómez Arcos, ejercicios de memoria y literatura

 

 

Por Eduardo Nabal

 

Gracias a la editorial Cabaret Voltaire y a pesar del precio exagerado de sus cuidadosas ediciones no solo hemos podido conocer a Abdelá Taia o recuperar la voz marroquí de Mohamed Chukri, sino, sobre todo, nos ha devuelto a uno de los mejores escritores del siglo pasado y también de los peor conocidos. Me refiero al andaluz afincado (o más bien exiliado) en Francia Agustín Gomez Arcos, uno de los narradores más originales de la literatura bien sea en francés o en castellano.

            Gomez Arcos hasta hace poco era uno de esos autores de culto pero que parecía destinado a minorías, sin especificarse quiénes eran esas minorías que lo leían a escondidas. Pues bien, Agustín Gomez Arcos no es solo un autor teatral de primera con obras como Los gatos, sino sobre todo un narrador de prosa original, atrevida, inconfundible, una de esas flores raras de la literatura con mayúsculas que además sigue resultando incómodo a los que pretenden que el pasado histórico de una España negra, posbélica, sacudida por la dictadura, los microfascismos y la beatería permanezca en sus fosas comunes.
            Gomez Arcos nace en Enix en el año 1933, en el seno de una familia republicana que verá
como las sombras de la dictadura se ceban en sus integrantes. Del Madrid de los años cincuenta se traslada a Francia donde escribe sus mejores novelas, algunas entre las mas perturbadoras de la literatura universal reciente como El cordero carnívoro o María República, libros de una prosa límpida y a la vez dada a la abstracción, llenos de ironía buñuelesca y a la vez de belleza lorquiana, con influencias de grandes autores europeos como Genet o marroquíes como el propio Chukri. No en vano una de sus novelas, plagada también de simbolismo y denuncia social, se llama Marruecos y gira en torno a las difíciles peripecias de un joven en un país empobrecido o coartado en la libertad de expresión.
            
 Pero es la España franquista, con su doble moral y sus poderes
fácticos, lo que mejor retrata, mezclando realismo y poesía, el autor de Ana no, una mujer que va a ver a sus hijos a la cárcel en plena postguerra. Y en esa misma época se ambienta su devastadora obra maestra El cordero carnívoro, que va más allá de la provocación de presentar un incesto homosexual entre dos hermanos para, a través de los miembros de una familia de la época, retratar las formas de opresión, silenciamiento y también las voces subversivas que nunca dejaron de estar tan cerca de censores o predicadores al lado del poder establecido.
            
 Con cierta (pero depurada) anarquía de la construcción gramatical y semántica, con meditado humor negro y pinceladas trágicas, Gómez Arcos se fue convirtiendo en una de las figuras mas respetadas de la literatura francesa, obteniendo varios premios, pero el tema de su obra siempre fue esa España negra, temerosa, contradictoria y aterrada que dejó atrás en el exilio pero no en el tema de sus novelas.
            Muchos (aunque no todos de sus libros) como La enmilagrada están protagonizadas por mujeres que, como la Juanita Narboni de Angel Vázquez (otro prosista original), se fijo en las voces de estas como cronistas orales de una larga historia de amor, odio y oscuridad. Alternando frases cortas y punzantes con párrafos de una poesía estremecedora, Gomez Arcos vuelve como un fantasma insoslayable gracias a las cuidadas traducciones de Lydia Vázquez y Adoración Elvira Rodríguez. Y no se trata solo de recuperar a los clásicos o quitar velos a los llamados ‘malditos’, sino de ver como a través de un uso poco común de la lengua y de un vocabulario inmenso y camaleónico Arcos logra un mensaje universal de subversión a la tiranía de los poderes fácticos y sus formas de perpetuación a través de la religión, el ejército o la institución familiar tradicional. 
            Junto a la sumisión o rebelión femeninas, Arcos trata la infancia de postguerra que le tocó vivir en libros devastadores en su crudeza como El niño pan, donde siempre hay, no obstante, espacio para la ilusión y la poesía, otro de los géneros que cultivó con éxito. Sin duda las novelas de Arcos son verdaderos talleres de literatura y de cómo subvertir todo lo que nos han enseñado en el plano ético y estético más convencional, mezclando con soltura la metáfora y la paradoja, el humor y el melodrama. Arcos experimenta pero no juega con artificios innecesarios sino que busca un extraño equilibrio entre la virulencia de su mensaje y su forma particular, entre lírica y sombría de abordarlo.
            Otro tema presente por activa o pasiva en muchos de sus libros es la homosexualidad prohibida y la sexualidad reprimida en los años de la dictadura. Así los dos hermanos de El cordero carnívoro despertarán pasiones y envidias entre otros hombres incluyendo los sacerdotes o maestros que dicen adoctrinarlos. Es dificil poner a Gomez Arcos junto a otro autor, si acaso en el cine podría estar en algunos momentos cerca de Buñuel- con su hiperrealismo y humor sombrío- y en otros de Agustí Villaronga- con sus atormentados personajes-, pero su procedencia andaluza y su ‘acento francés’ lo hacen inconfundible. Mago de las palabras, demonio de los conservadores y eterno juguetón del lenguaje, Gomez Arcos es una de las principales voces literarias en el campo de eso que se llama “recuperación de la memoria histórica”. Pero el eco de su literatura se redobla en estos tiempos de pobreza renovada y oscurantismo a la vuelta de la esquina. Pocos autores que escribieron o escribirán sobre el ambiente doméstico y social bajo la dictadura en España se atreverían, como él hizo en El cordero carnívoro, no solo a contar una extraña historia de amor fraternal y homoerotismo, sino a acabar una de sus novelas mayores con un párrafo así: “En fin, que estoy contenta, muy contenta. Me he demostrado a mi misma que cuarenta años de silencio no me han matado, como a vosotros dos. Ah y, sobre todo, siempre es bueno saber que a los sesenta y tres años todavía se puede ser terrorista. Eso de verdad, da la vida”.
 

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