"La conformación de la identidad es un proceso íntimo, complejo y subjetivo, que no entiende normas ni de plazos legales"
Por José García
Lucas Platero, activista por los
derechos LGTBQ, profesor de Formación Profesional, y doctor en Ciencias
Políticas y Sociología, clausura el próximo sábado 19 de noviembre las jornadas
Cádiz sin violencias, organizadas por
la Fundación Municipal de la Mujer del Ayuntamiento gaditano. Platero investiga
en la actualidad sobre las
experiencias de las personas trans* que tienen hijos, junto con Esther Ortega
Arjonilla. También es miembro de varios proyectos de investigación, entre los
que destacan: el Proyecto Europeo HERA «Cruising the 1970s-CRUSEV» (2016-2018),
y proyecto i+d «Voces múltiples, saberes plurales y tecnologías biomédicas»
(2016-2018), en el Departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto
de Filosofía del CSIC. A lo largo de su trayectoria como activista e
investigador, también ha trabajado en varios proyectos europeos de
investigación, con énfasis en interseccionalidad, ciudadanía íntima y la
construcción de la agenda política LGTBQ.
JOSÉ
GARCÍA.- En los últimos tiempos, con la
aprobación de normativas que despsiquiatrizan y que retiran el diagnostico de
la transexualidad, en Andalucía, Valencia, Madrid, Cataluña, empieza a cobrar
certeza la sensación de que estamos en el momento de los derechos civiles de
las personas trans en el contexto español, que por fin se sitúa como una
prioridad en las agendas políticas de los y las gobernantes. ¿Crees real este
momento? ¿O nos hallamos ante un espejismo?
LUCAS PLATERO.- Estamos en un momento de máxima
visibilidad de las personas trans y de la lucha por nuestros derechos, de una
manera que no se ha dado nunca antes en la historia. Curiosamente, en un
momento en el que se están perdiendo muchos derechos que han constado siglos
conseguir, me refiero a los derechos laborales, de acceso a la educación y
sanidad, entre otros. Se está generando una conciencia colectiva de que las
personas tenemos que poder decidir sobre nuestros propios cuerpos sin la tutela
médica o legal, un cambio que creo que es social y colectivo. Sin embargo, me temo que los derechos no se
consiguen de una vez por todas, como se puede ver en el clima actual de cambios
políticos y sociales hacia la extrema derecha. Nos toca generar
transformaciones sociales y culturales que sean más profundas y estables de lo
que son las leyes, por muy progresistas que puedan parecer en un momento dado.
Digo esto porque las leyes se pueden cambiar, pero si hemos generado una
conciencia colectiva sobre la necesidad de apoyar a las personas trans en
nuestro derecho a la autodeterminación, esta aceptación podrá sobrevivir a tales
cambios.
J.G.-
¿Qué va a suponer para la vida de las personas trans esta despsiquiatrización y
este desdiagnóstico?
L.P.- Poder respirar y sentir que nuestra vida
es posible. ¿Qué tipo de vida es aquella en la que te tiene que dar derecho a
ser un psiquiatra? Y que lo hace a cambio de diagnosticarte una enfermedad
mental… La conformación de la identidad es un proceso íntimo, complejo y
subjetivo, que no entiende de normas y que no está sujeta a los plazos que
establecen las leyes. La ley argentina fue una bocanada de aire fresco para
quienes nos ahogábamos en los límites de una ley pobre de rectificación de nombre y sexo. Fue vital que
alguien pudiera imaginar una lucha fuera de los márgenes que establecen los
leyes, para poder pedir lo que parecía imposible, y que fíjate, ahora sí puede
ser. Poder afirmarte como quien eres sin pedir permisos. Aún necesitamos tiempo
para que estas leyes se sigan contagiando y se produzcan en toda nuestra
geografía y que nos impulse a ir más allá, en esta senda de autodeterminación
vital. Las personas trans necesitamos una identidad, pero también tener
trabajos dignos, acceso a la salud, poder estudiar sin sentir el acoso, y otras
necesidades básicas.
J.G.-
Uno de los temas que más controversia social suscita, principalmente entre
aquellos sectores de la sociedad más influidos por el discurso de la jerarquía
eclesiástica, es el del inicio del tránsito antes de la pubertad.
L.P.- Esta es una cuestión vital, de vida o
muerte para muchas niñas y niños. Está en juego reconocer que la niñez y la
juventud deben tener derechos que han de parecerse a las personas adultas o
incluso ser más amplios por su propia vulnerabilidad, y que estos derechos han
de estar presentes en todos los ámbitos. Vivimos situaciones paradójicas con respecto a
la edad, por ejemplo para tomar decisiones con respecto a la salud, la mayoría
de edad está establecida en los 16 años, menos para cuestiones ligadas al
proceso de modificación corporal trans (aunque curiosamente la cirugía estética
está permitida). Se ha ido cambiando la edad de consentimiento sexual (de 12 a
13 años) hasta llevarla a los 16 años recientemente, pero te puedes casar con
14… Negamos que tengan derecho a tomar decisiones sobre su cuerpo, sobre su
sexualidad, pero se quiere poder castigar al menor que comete delitos. ¿Para
qué se es mayor y para qué no? Muchos de estos cambios demuestran que las ideas
morales conservadoras tienen mucho peso y producen mucho contrasentido en cómo
concebimos a la infancia y juventud. Creo que es momento de señalar que no
permitir que puedan acceder a un apoyo para su tránsito, ya sea sanitario o
psicológico, es una forma de violencia contar una persona muy vulnerable.
J.G.-
Sin embargo, o tal vez como respuesta a ello, los avances jurídicos no han
tenido su correlato en la disminución de la violencia transfóbica, ¿qué clases
de medidas y propuestas se necesitan para erradicar estas formas de violencia?
L.P.- A veces tener más visibilidad se
correlaciona incluso con más violencia. Quienes han sentido que son “la
mayoría” pueden querer tratar de restablecer su lugar de poder. Esto es algo
que se está viendo con el giro ultraderechista que recorre Europa y los EEUU.
La transfobia es un lugar común para nuestra sociedad. No hay más que ver los
chistes de mal gusto que han circulado con la muerte de Cristina La Veneno la
semana pasada. ¿Esto no es motivo de ser considerado un delito? Tenemos un
doble rasero, porque un tweet de humor sobre otros temas ya está siendo
criminalizado mientras que hay “barra libre” para reírse de las personas
trans. Nos toca hacer campañas sociales
y campañas políticas concretas, donde se dé valor a las personas trans, a
nuestras aportaciones sociales. Es mal momento para pedir inversión pública,
pero sin políticas activas, algunas personas trans en situación de
vulnerabilidad tienen muchas dificultades para seguir estudiando, encontrar y
mantener un puesto de trabajo, poder acceder a sus tratamientos que ahora no
están llegando a las farmacias, sentir que viven en un barrio en el que se les
acepta… Supone generar una movilización donde se demuestre que no somos
personas imposibles, sino acceder a un ejercicio de ciudadanía plena.
J.G.-
Esta violencia transfóbica se hace especialmente patente en el ámbito escolar,
donde los niños y las niñas prototrans constituyen uno de los blancos más
vulnerables del ‘bullying’? ¿Qué podrías aportar para solucionar este problema
desde tu experiencia como docente en intervención socio-comunitaria?
L.P.- Todas las escuelas tienen chavales que
rompen las normas de género de una manera u otra, y todas tienen estudiantes y
profesorado trans. No nos estamos tomando en serio el problema del acoso
escolar y esto produce mucho sufrimiento, fracaso escolar y una escuela que
expulsa tempranamente a sus miembros más vulnerables. El acoso escolar se sirve
de la injuria de género, utilizando términos como nenaza, mariquita, puta,
marimacho, travelo y muchos otros para disciplinar a todos los miembros de la
comunidad escolar. Sabemos por aprendizaje vicario a lo que nos exponemos si
cruzamos la línea de lo que se espera de nosotros, de lo que nos pide el grupo
de líderes. En mi experiencia es importante tener referentes en tu escuela que
te escuchen y te hagan sentir que perteneces. Es vital tener una actitud clara
y activa frente al acoso, no sólo minimizar su impacto y decir que es una
broma, una chiquillada o que te ampara la libertad de expresión. Tenemos que
atrevernos a estudiar y poder introducir la educación afectivosexual en nuestra
práctica cotidiana. Es una necesidad clara que me encuentro cada día. Con
respecto al acoso, creo que hace falta una voluntad clara de escuchar y creer
que el alumnado es capaz, que se merece que les traten bien y poder trabajar
con ellas y ellos en la prevención. Hay muchas herramientas, desde las alumnas
tutoras, el trabajo por pares, las tutorías, el método kiva… Son ideas
fantásticas que ya sabemos que funcionan. Pero para eso hay que querer ponerse
manos a la obra.
J.G.-
Para terminar, ¿crees que estamos muy lejos de que la mayor parte de la
sociedad asuma que la identidad de género puede ser producto de una elección y
no una forma de determinación biológica?
L.P.- En esta cuestión soy un poco menos optimista.
Como sociedad, tenemos una fe ciega en el poder de los genes y lo genético, la
conformación del cerebro y la predeterminación y mucha gente quiere creer que
“nacemos así”. Que no tenemos ninguna capacidad de elección sobre lo que nos
gusta, quienes somos y cómo nos expresamos. Yo creo que hay un espacio para la
elección, que está bien poder elegir en parte quienes somos, con las
corporalidades y predisposiciones que vienen “de serie”. No creo que todo esté
decidido antes de poder hablar y moverte en el mundo, y que tenemos que poder
decidir sobre quiénes somos.
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