¿Para cuándo el Nobel a Patti Smith,
leyenda viva y sin descanso?
Por Eduardo Nabal
Nacida en un barrio pobre, de personalidad inquieta y
lectora voraz, Patti Smith no sólo ha demostrado ser una de las rockeras más
emblemáticas de una época, sino también una gran escritora sin descanso. Y no
sólo de sus letras llenas de fuerza y sinceridad transgresora, que cantaba con
voz desgarrada, sino también creadora de una prosa límpida y sincera, mirando
hacia atrás con ira, pero también un inmenso amor y comprensión.
Se acaba de
traducir al castellano su libro de recuerdos y prosa poética M. Train (Editorial Lumen, 2016)
acompañado de unas evocadoras fotografías del pasado y el presente. Su gran
libro sigue siendo Éramos unos niños,
unas memorias íntimas, donde narra de forma original su relación con el célebre
fotógrafo Robert Mapplethorpe, que fotografió el pudor y el impudor de forma
pionera en los EEUU de los setenta y ochenta . Smith fue casi el único nombre
femenino destacado, célebre e
independiente de la llamada ‘Generación Beat’, a la que pertenecen
Ginsberg (Aullido), Burroughs (El almuerzo desnudo), etc. Ambos libros
y ambos autores fueron objeto de juicio por obscenidad, una palabra que se
utilizó luego para definir la obra fotográfica de Mapplethorpe en sus gráficas
escenas de sexo sadomasoquista y amor gay.
El
accidentado periplo vital del fotógrafo y Patti Smith (juntos/as y por
separado) está bien documentado en las páginas de este a la vez brutal y
exquisito libro, que es también un canto a la belleza y el reflejo de una
época, además del relato intenso de una larga relación de amistad y
compañerismo. Aunque ahora se la considera una leyenda viva, su trayectoria
estuvo marcada por periodos de dificultades económicas, problemas serios con
la droga, pero también por un sentido de la autenticidad y el compromiso nada
comunes. Su relación con el famoso fotógrafo –que pasó de una posición recatada
a fotógrafo gay provocador– está narrada con cariño y sensibilidad.
La autora
de Tejiendo sueños consigue un retrato
social variopinto y dos psicologías complejas. Retrata los sesenta como una
época en que creían que podían cambiar estructuras, pero en la que la violencia
de la derecha institucional se impuso. Smith y Mapplethorpe intentaron vivir al
margen, pero se implicaron en luchas como la batalla social contra la guerra de
Vietnam o la ruptura de modelos artísticos canónicos. Una relación cercana a la
ayuda mutua ante situaciones vitales y sociales adversas en las que ambos
conocían los puntos fuertes y débiles del otro y su relación, muchas veces
conflictiva, con la sociedad de su tiempo. Se consideraban excluidos, pero
nunca perdieron la curiosidad y el amor por las artes.
Éramos unos niños, reeditada en
bolsillo, nos traslada la voz de una escritora testigo de amor, dolor, rabia,
pero con una increíble capacidad de lucha y seducción. Smith se define a sí
misma como “una chica mala que intentaba ser buena” y a Mapplethorpe “como un
chico bueno que intentaba ser malo”. A pesar de los cambios de los sesenta, ni
al uno ni a la otra les resultó fácil vivir dentro de unos patrones de
sexo/género todavía muy marcados, sin haber obtenido el reconocimiento que
lograron con el paso del tiempo.
La pareja
creció en medio de la pobreza, la inseguridad y los trabajos precarios antes de
ser internacionalmente conocidos en sus respectivos campos. Aunque la historia
ha dado muchas vueltas, es un gozo oír por escrito la voz desgarrada de esta mujer única, que
con sus condicionamientos socioeconómicos, patriarcales y su situación de
precariedad logró ser una artista comprometida con su época y las causas de su
generación, incluyendo el incipiente feminismo de la tercera ola, el arte como
provocación y la oposición a la guerra del Vietnam. Smith es una de esas viejas
rockeras que, guste o no, se han adentrado con éxito en el terreno de la
autobiografía o el relato intimista y que no ha abandonado los escenarios para
cantar al pasado, homenajear a sus compañeros de viaje,sin dejar nunca de mirar
al futuro.
En M. Train, su último libro, recién
traducido al castellano, a partir de recuerdos como palimpsestos va
reconstruyendo imágenes de toda una vida. El libro se abre con la frase –Es
dificil escribir sobre nada- y Smith nunca escribe sobre nada. En sus
recuerdos, la infancia, la juventud, las aventuras interiores y exteriores, sus
mitos de la canción, el arte y la
literatura (Genet, Arthur Rimbaud,
Silvia Plath, Frida Kahlo, Allen Ginsberg, su compañero de correrías Mapplethorpe) y un sinfín de viajes (de Nueva York a México)
y situaciones distintas desde el
anonimato a la fama, desde la adolescencia a la vejez, desde la mitología a la
humanización desmitificadora, con pequeños objetos y grandes imágenes que hacen
y deshacen una vida entregada al arte de combate y la paradoja.
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