1 de diciembre
Por Sejo Carrascosa*
Otro 1
de diciembre, día internacional de lucha
contra el SIDA, y no sé cuántos van ya con este, he perdido la cuenta, pero
recuerdo todo lo aprendido desde aquellos días en que rabiosos y desesperados
salíamos a la calle para protestar, visibilizar e intentar parar la masacre que
nos rodeaba. Cuando la impotencia nos consumía y asistíamos a la muerte de
seres querido, amados o simplemente dejados a su suerte por la inactividad
criminal de los poderes públicos.
Aquellos años en que nos tocó
madurar de golpe, si es que madurar pueda ser constatar que la muerte no solo
duele, sino que es la más cruel expresión de la injusticia. Aprendimos nombres
de enfermedades: Toxoplasmosis, Septicemia, Citomegalovirus…, que hasta
entonces resultaban exóticas o raras y ahora eran letales. Conocimos los Cd4s,
la medida en que contábamos el descenso al ocaso vital. Gritábamos porque el
silencio era la muerte. Luego llegaron los antiretrovirales, y de nuevo
nuestros cuerpos pasaron a ser cobayas, había que calcular tantos efectos no
deseados, tantas dosis excesivas o insuficientes. Agarrados a cualquier avance
farmacéutico seguíamos viendo agonías, muertes y nuevas infecciones.
Éramos conscientes de que el SIDA no
era solo la marca de la desigualdad, de clase, de genero, de raza, de edad,
sexualidad o cultura... Era también una apuesta política que minaba los
criminales cimientos del sistema: aprendimos cómo eran los ejes en que se
podían vertebrar la necropolíticas. Nos querían monjiles y virtuosas pero éramos
tan putas…
Aunque también es cierto que las
maricas nos agarrábamos a la vida, nos enterábamos de cómo era ese virus y como
se transmitía. Nos picaba el coño y no íbamos a dejar de follar, pero
sabiendo qué y cómo hacer. Nos tocó
hacer la prevención ante la desidia del estado.
Al final la solución llegó, pero no
llegó a todo el mundo, ni llegaba de la misma manera. Empezó a salir a la luz
lo que ya sabíamos, pero esta vez con indicadores y datos: que el SIDA se
encarnaba en mujeres, pobres, racializadas,
de países empobrecidos, transexual, trabajadora sexual, maricona, porculizada…,
en fin, en personas reducidas a cuerpos sin dignidad, sin derechos.
Y el activismo superviviente se
recicló con las nuevas profesiones y en nuevas formas de lucha que lograron
pequeños, pero vitales triunfos. Ya no éramos grupos desahuciados los que
salíamos a la calle, ahora éramos ONGs con profesionales en servicios sociales,
con personas voluntarias y asalariadas, dependientes de las subvenciones, del
prepucio presupuestario de las administraciones. Se logró acelerar el acceso a
tratamientos, aumentar servicios sociales, paliar efectos secundarios y poner
en la mesa de las administraciones las demandas que necesitaban la personas que
vivían con VIH.
Y llega otro 1 de Diciembre, otro
día más de lucha contra el SIDA, y sí, sí han cambiado mucho las cosas, sobre
todo en prevención. Con los tratamientos hemos logrado cargas virales
indetectables, que hacen imposible el contagio; pruebas de detección
instantáneas, profilaxis pre y post
exposición, y avances científicos para acabar con el VIH altamente
prometedores. Pero no hemos conseguido erradicar la homofobia, el estigma o la
injusticia, ni siquiera que se reconozcan nuestros seres queridos muertos,
tanta juventud truncada, tanto sufrimiento y exterminio del que el SIDA, como
tantos factores más, no es más que la punta del iceberg de un sistema en el que
la vida está al servicio de la riqueza, de un hetero-capitalismo asesino.
Seguirá existiendo, desgraciadamente, un día de lucha contra el SIDA, mientras
no imaginemos, no construyamos un mundo sin capitalismo heteropatriarcal.
*Sejo Carrascosa es activista antisida y técnico en prevención de ITS.
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