domingo, 10 de septiembre de 2017

EL AMANTE DOBLE. OZON Y EL ESPEJO


 

 

Critica de "El amante doble" la última, enigmática y controvertida película del realizador parisino François Ozon, con Jérémie Reinier y Marie Vatch.

Por Eduardo Nabal

He de reconocer que pocas veces me ha costado tanto ponerme una escribir un comentario como en el caso de la película “El amante doble”, el último filme de mi admirado François Ozon. El maestro del cine francés que se subió a las ramas de la exquisitez europea con su anterior y espléndida “Franzt”- un poderoso alegato humanista y antibélico en primoroso blanco y negro- vuelve, en parte,  al terreno de sus primeros y más irreverentes filmes con un thriller sexual enrevesado y, todo hay que decirlo, algo pretencioso, macarrónico e inverosímil en el que juega con elegancia  y brillantez con las imágenes, las texturas pero en exceso con el espectador. Ozon no deja respiro en esta historia truculenta sobre una joven atrapada entre el fantasma de dos hermanos gemelos, enamorada locamente de su terapeuta, que trabaja en un museo de arte moderno y que debe enfrentarse a extraños fantasmas del pasado cuyo verdadero origen no conoceremos hasta un sorprendente final. La más tramposa de todas las películas de Ozon vuelve a hurgar en las fantasías sexuales y las miserias íntimas de la burguesía parisina como ya hizo, en tono de comedia desenfadada bastante más agradecido, lúcido y sólido, en la reciente “Une nouvelle amie”, un inteligente enredo en el que la fantasía y la realidad acaban conjugándose de forma liberadora para los sexos y los géneros.
En esta ocasión el realizador parece volver al terreno semi-fantástico y enigmático de “La piscina” solo que con un relato bastante menos apacible y con dos intérpretes algo descompensados como son una esforzada pero inexperta Marie Vatch y un espléndido  y entregado Jeremie Reinier, en un papel que, como algunos fragmentos del filme, está teñido de aires cronenbergianos. Destaca en un pequeño pero significativo papel secundario la fuerza de Jacqueline Bisset, rescatada del olvido para el papel de la madre de la protagonista. Filmada con ritmo  y una gran audacia en la mezcla de colores y formatos, sin temor a agobiar al espectador, “El amante doble”, es ante todo un juego perverso con muchos ecos cinéfilos que, como el Almodóvar de “La piel que habito” no se muestra en absoluto complaciente con la “alta clase médica” ni. como el propio Ozon en otros de sus filmes, con la brecha abierta en su país entre lo público y lo privado en el núcleo de una sociedad basada en las apariencias, aquí llevadas al esperpento, el horror, la risa, la autoparodia y la negrura.  La ciudad así se convierte en una superposición de seres que solo creen conocerse, de criaturas alienadas buscándose sin suerte, en una larga fila de soledades, abismos por explorar y donde, nuevamente, los avances en el terreno de las costumbres no dejan de ser bastante superficiales. Un filme irregular, que atrapará o decepcionará a distintos tipos de público pero que resulta difícil llegue a dejar indiferente al espectador/a por lo atípico, arriesgado, a ratos chirriante y, casi siempre, desinhibido  de su propuesta, tanto a nivel temático como estilístico.

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